La Fe actual, las nuevas religiones
¿En que creemos
actualmente?
Si voy a un negocio
dedicado a la venta de artículos de lencería y entrevisto a su dueña
preguntándole en que cree ella, puede darme varias respuestas. Por ejemplo:
·
Creo en la
Iglesia pantagruélica del octavo día después del séptimo.
·
Creo en la
muerte porque estoy viva.
·
Creo en el
dinero porque con él adquiero mercaderías que luego vendo y con las ganancias
puedo comer, vestirme, cobijarme, trasladarme, educarme, cuidarme, etc.
·
Creo en los
eventos paranormales porque vi un fantasma una noche de tormentas en una casa
donde nos reuníamos a fumar unos porros.
·
Creo en las
personas porque si no fuera así no podría relacionarme con ellos.
·
Creo en la
resurrección después de la muerte una vez que haya reencarnado en siete perros,
dos mariposas y un cerdo.
·
Creo en lo
que veo, toco, huelo, oigo y saboreo porque para eso tengo mis sentidos.
·
Creo que hay
vida en otros planetas y que las plantas se comunican conmigo.
·
Creo en mis
hijos porque ellos nunca me fallarían.
·
Creo en mis
padres porque nunca me fallaron.
·
Creo que el
ser humano desciende del mono porque nos parecemos mucho, en especial usted.
Y es posible que siga
diciendo otras de sus creencias enumeradas en un listado que se iría engrosando
a medida que fuesen apareciendo en su mente las distintas necesidades cubiertas
y que han hecho que crea en ellas tras prueba y error.
Si nos remontásemos a
unos milenios atrás, varios, es posible que al hacer la pregunta se nos
respondiese por ejemplo:
·
Creo en Isis
y Osiris, que engendraron a Horus, hijos de Geb y Nut, hermanos de Neftis y
Set, nietos de Shu y Tefnut que fueron creados por Atum, creador absoluto de
todo. Siendo Horus hijo de Isis y de Osiris muerto por Set en una batalla
artera de este contra su hermano.
Y allí hubiese acabado
la respuesta, puesto que la creencia estaba circunscrita a lo religioso y así
se comprendía, porque todo comenzaba y terminaba en los dioses que dominaban la
vida de los mortales de esos tiempos.
¿Qué no creían en sus hijos,
o sus padres, o en el sistema divino, en las diversidades meteorológicas y el
resto de circunstancias que colmaban sus días? Claro que sí, creían pero de un
modo mucho más acotado y dependiente del sistema religioso que lo explicaba
todo con sencillez y suficiencia.
Era una vida mucho más
placentera al fin y al cabo, pues con dioses que hacían y se dedicaban a la
labor de lanzar rayos, enviar vientos y lluvias, hacer crecer plantas,
embarazar mujeres y vacas, hablar con pitonisas y pitonisos a los que les daban
las medidas de los Templos, esparcir maná cuando hubo hambruna, o sacar de la
galera una horda de langostas y rana para asustar a un Faraón, sin dudas que
depender de los Cielos es mucho más fácil que vivir siendo responsable de todo
lo que ocurre a tu alrededor.
Fue el conocimiento lo
que hizo que el cambio ocurriese. No hubo un extraterrestre que vino a
instruir, (eso es seguir pensando que la ayuda sigue siendo celestial) ni se
hallaron piedras con ciencias de una civilización avanzada muy antigua, (eso es
tirar la pelota afuera); nada de ello es cierto, lo auténtico de la historia es
que el ser humano fue aprendiendo a base de prueba y error consiguiendo paso a
paso el conocimiento que hoy tiene, con mucho ingenio, con mucho esfuerzo, con
dedicación y con una capacidad que aún no es reconocida en el cerebro humano.
El transcurso del
tiempo, las libertades obtenidas, las aperturas de mentes, los nuevos conceptos
que fueron barriendo con las espesas barreras de los primitivos paradigmas,
instalando nuevas alternativas de visión, ha producido que las explicaciones se
vuelvan mucho más especificas y las preguntas que les anteceden más minuciosas
y fragmentadas en segmentos cada vez más pequeños. Así, si antes se nos era
válido el uso de una regla milimetrada para medir, con el paso del tiempo y las
exigencias de precisiones en la industria buscando mayor productividad y
excelencia, ha hecho que la reemplacemos por un calibre que mide micrones en
lugar de milímetros. De igual manera si antes nos preguntábamos que era esa
bola dorada y fulgurante en el cielo que nos daba vida, hoy estamos pendientes
de la evolución de las erupciones de las manchas solares y preguntamos qué
consecuencias traerán determinados niveles de plasma solar sobre nuestros
móviles con tecnología 4G.
El origen de la
pregunta es el mismo, lo que cambia es la necesidad en función directa a la
evolución lograda y así ocurre con lo que creemos.
Creíamos en un palo
que se incendió por efecto de un rayo en medio de una tormenta y que nos dio
por primera vez el sagrado fuego; así continuó hasta hoy en que creemos en el
LHC (gran colisionador de hadrones situado entre Francia y Suiza) y el Bossón
de Higgs, cosa que nadie ha visto, pero a una determinada cantidad de personas
que usan las redes de información de Internet, si le preguntamos si cree en el
Bossón de Hoggs nos dirá muy suelto de cuerpo:
-
Antes dudaba,
pero después que el LHC consiguió detectarlo he cambiado mis dudas por la
certeza de que realmente Higgs tenía razón y el Bossón existe; y si siguen así
es posible que crea en Dios.-
¿No creen que nos
responderían así? Hagan la prueba con cualquiera de estos frikkis utilitarios
de Twitter y las páginas pseudos científicas, los que están abonados de por
vida a Muy Interesante, National Geographic, Ciencia Hoy, Science, Redes, etc.
los que consumen con los ojos sin pestañear programas de Canal Plus entre los
canales 30 y 35, o el Programa Quequicom de TV3 Catalunya, Ciencia a tu Pies,
Cazadores de Mitos; los que tienen en sus habitaciones a Eduard Punset en un
poster con velas encendidas cual santo adorado junto a Carl Sagan de Cosmos y
Morgan Freeman de Wormhole; los que mantienen todos los días una conversación
con un émulo de Hal 9000 antes de iniciar su labor. Ellos saben de esto y son
muchos más de lo que nos imaginamos. La información está al alcance de todos y
solo levantar una piedra y hallas a San Google dando una respuesta buscada en
0,00042 segundos con 2.345.456 posibilidades.
Esta
hipermegaerainformática en que vivimos, que solo es la antesala de lo que
vendrá, ha hecho que creamos en una multiplicidad de elementos más allá de la
simpleza de una religión; y este cambio se ha realizado en menos de 200 años a
un ritmo vertiginoso, tanto que nuestro organismo no ha evolucionado con tanta
rapidez como para estar a las alturas de esta escalada y sufre nuevas atroces
erosiones por parte de exigencias no previstas.
Ante tal situación,
preguntarnos en qué creemos y se nos abre una puerta muy amplia, una abanico
que no llegamos a imaginar lo diverso que es; pues ahora nuestra primitiva creencia
y dependencia de un orden celeste ha pasado a nuestras propias manos, nuestro
propio orden en gran parte; y aquellas tareas divinas ahora son parte de la
labor diaria de cualquier mortal. Por lo que es necesario abrir el cofre de la
fe y comenzar por tener tal en nosotros mismos, luego en nuestro entorno, en el
siguiente escalón según hayan ido ganando el galardón; y así sucesivamente en
distintos estratos, la fe se va desgranando dejando a la religión una parte del
pastel mucho menor que de lo que antes gozaba.
Y si no ha quedado
claro el concepto; en el año 5200 A.n.e. el ser humano dependía de sus Dioses y
la religión que había montado a su alrededor para que lloviese o que dejara de
hacerlo. Han pasado 7214 años y el ser humano actual activa la pantalla táctil
de su móvil y observa la predicción meteorológica para este día y los próximos
siete días, pero como dentro de cuatro estará en Roma, con un solo toque de sus
dedo cambia la localización y puede observar lo que ocurrirá en Roma los
últimos tres días de la semana…y este ser humano estaba a 11.424 kilómetros de
Roma.
Los Dioses se han
retirado a sus pantagruélicas comilonas y orgías en sus moradas celestiales, mientras
nos vamos haciendo adultos y nos hacemos cargo de un planeta y sus vecinos
planetas, de mala manera, pero lo estamos haciendo y asumiendo nuestro rol de
seres adultos.
¿Y que es de la
religión tras esta toma de posiciones a lo largo de estos milenios?
Muchas aguas han
pasado bajo los puentes y demasiado se ha escrito sobre el surgimiento,
esplendor y caída de las religiones, su innegable matrimonio con el poder
gobernante, que sigue siendo el sueño de los románticos ver la separación de
los poderes y sus mayordomías exentas de todo interés mutuo; poco más puedo
agregar a lo escrito y elucubrado por mentes muchísimo más claras y preparadas,
pero sigue siendo Don Miedo el que somete y el atávico sentimiento de angustia
ante un destino desconocido después de la vida. Ese es el motor principal de la
religión, si en algún momento se supiese la verdad, si el velo entre vida y
muerte se descorriese y pudiésemos mirar más allá alejando las especulaciones,
o si simplemente hubiese un mensajero creíble que viniese con pruebas
irrefutables de lo que nos depara en ese intrigante ”después”, todo el
andamiaje eclesiástico, con sus ritos, misterios, palabras secretas, ocultos
signos para iniciados, lenguas muertas solo dominadas por unos elegidos,
templos con puertas que solo se abren para unos pocos, cónclaves a puertas
cerradas, silencios y pactos de secretismo absoluto, sus halos de exclusividad
que rodean a los que “cumplen con las reglas”, a los de “limpias vestiduras”,
toda esta parafernalia que el paso del tiempo en casi nada ha perturbado sus
costumbres, desaparecería como se extinguirían las llamas de los velones de los
altares impuros que ahúman el oro y la púrpura, los exquisitos mármoles, las
olorosas y raras maderas, las obras de arte encargadas ex profeso por
pontífices y sacerdotes devotos. Todo acabaría y la verdad cruda, simple,
llana, exenta de lujuriosas imágenes y trípticos añosos, sería lo que
reemplazaría eones de un mal entendido sacrificio y sometimiento de la raza
humana.
No importa de la
religión que tratemos, todas por igual, el cristianismo, el islamismo, el
budismo, judaísmo, sijismo, taoísmo, shintoismo, jainismo, hinduismo,
zoroatrismo, etc, todas caerían rendidas ante una evidencia aplastante: ninguna
tuvo la verdad absoluta y todas tuvieron medias verdades, tal vez parafraseando
a otra, el gnosistismo.
Quedaría solo la
verdad de lo que hoy no sabemos y solo intuimos, más el resto de creencias que
forman parte de nuestros propios credos y ritos naturales, eso que vamos
formando a lo largo de la evolución. Creer en un sistema social, creer en un
sistema económico, creer en una moral global, creer en una capacidad
individual, creer en una prolongación de la vida a través de la reproducción,
creer en un universo simple y económico, creer en un sistema natural de causa y
efecto, creer en un orden y un caos como en un sistema dual para todo lo que concierne
a la vida y la muerte en este universo.
La religión tiene fin,
es finita, tiene sus días contados, fue inventada utilizando uno de los tres
servicios de mantenimiento de nuestro organismo, el miedo.
Y sobre este particular
quisiera detenerme por un momento; no es la primera vez que me refiero a él y
tal vez no sea la última, pero es aconsejable (así lo siento) reiterar el
concepto para que quede claro e incorporado. Es en esta época en preferencia,
que le miedo tiene una importancia capital sobre el ser humano, ya que como
sentido atávico es el de mayor concurrencia por las inseguridades que facilitan
los avances tecnológicos y científicos respecto a la adaptación de nuestro
organismo.
Se debe tener en
cuenta que una adaptación evolutiva lleva en las especies miles de años para
que se produzcan y se vean totalmente funcionales, mientras que nuestro entorno
se ha modificado en solo poco más de 200 años; esto sin dudas que, como dije
anteriormente, produce erosiones en los sentidos y el funcionamiento del cuerpo
y psiquis. Por ello nuevamente me refiero a la estructura del Servicio de Mantenimiento.
Somos una fascinante
maquina que trabaja sin cesar desde el día que nos conciben hasta el segundo en
que la última célula deja de existir; en esa casi increíble organización de
órganos y conexiones, con órdenes y acciones, hay un plan de mantenimiento
donde trabajan tres díscolos empleados: Miedo, Dolor y Ego.
Cada uno de ellos nos
da una pauta para poder vivir y cuidarnos de no sucumbir en peligros físicos
internos, externos y emocionales. Estos empleados, que suelen ser proactivos
por naturaleza, tienen la oportunidad de trasponer las puertas de sus recintos
de labor y tomar posiciones que no le han sido dadas.
Es entonces cuando
permitimos que uno de ellos, o los tres dado el caso, dominen nuestros actos
provocando alteraciones en nuestras capacidades, enfermándonos, aislándonos,
deprimiéndonos o por el contrario llevándonos a estados de ira incontrolada, de
euforia, insatisfacción, etc.
Tanto Miedo, Dolor y Ego
son el Servicio de Mantenimiento de nuestro cuerpo, nos avisan de un peligro
ante el cual podemos sucumbir, una carretera en mal estado, un borde filoso, un
arma apuntando, una persona iracunda, un animal feroz, una tormenta inestable,
un lugar arriesgado, un contrato inconveniente, etc. hasta allí es correcto su
función, pero si dejamos que el estado de alarma que ha provocado lo utilice
para perpetuarse y adueñarse de un poder que no es su oficio, el miedo nos
someterá a una situación de dependencia donde no tendremos capacidad de valorar
la realidad tal como es.
De igual modo ocurre
con el Dolor cuando este no es debido a una razón física definida, cuando es
del tipo crónico idiopático, el que es definido como una sensación que dura más
de seis meses, sin correlatos biológicos que lo justifiquen, ni patología
siquiátrica que lo acompañen. Este Dolor fuera de su tarea que es la de avisar
que una parte o zona del cuerpo ha sido herida o está con algún tipo de
afección, al igual que el Miedo toma poder sobre la persona invalidándola y
haciendo de ella su rehén.
El tercer miembro de
la trilogía es el Ego, que nos da las características propias de nuestra
personalidad con la que nos relacionamos con el entorno y nos sirve para
delimitar el territorio que pisamos. Un Ego que se ha desequilibrado y que
pierde su lugar de darnos los consejos sobre la personalidad que es justa y
coherente con los valores que tenemos y queremos llevar en la vida, toma
posesión de nuestros actos y se extralimita convirtiéndonos en ególatras
insoportables, en dictadores, en violentos verbales, en altaneros, incívicos,
díscolos, ambivalentes, bipolares, etc.
De estos dos, el Miedo
y el Ego son los preferidos por los manipuladores para llevarnos de las narices
hacia donde ellos y sus intereses quieren; una religión castrante, una
propuesta política corrupta, una secta fundamentalista, todo aquello donde la
libertad es quitada de las posibilidades de elección y las creencias personales
anuladas.
Sin embargo, si
logramos sobreponernos a estos embates internos y a los externos, seremos
libres de elegir y mantener las creencias que nos apetezcan, las que estén
coherentemente aceptadas por los valores que respetamos personalmente.
Y allí residen las
nuevas creencias, la nueva fe.
La que no depende ya
de un cielo solamente, o de uno o más dioses, de milagros y apariciones
marianas, o de invocaciones en antiguos rituales.
Ahora aparecerán las
creencias propias, la de creer en un banco o sistema financiero; la de creer o
no en las conspiraciones internacionales; las de creer en los cataclismos
globales y destructivos masivos del planeta; las de creer en personas
invisibles a miles de kilómetros conectadas por la red de internet; las de creer
en nuevas monedas virtuales; las de creer que vivimos en un Matrix como en la
película, etc. cada uno tendrá las suyas y serán tantas y tan variadas como
habitantes vivos haya en la amada Tierra.
Ya no levantamos las
manos al cielo implorando a un ser desconocido que la lluvia pare o que la
lluvia llegue; los tiempos y el conocimiento nos ha cambiado por completo, hoy
lanzamos un proyectil con yoduro de plata y dióxido de carbono para sembrar
nubes y hacer llover, o se disparan cañones granífugos para dispersar las nubes
para que deje de llover. En una palabra, o somos dioses o nos hemos olvidado de
Él y la creencia ha cambiado de lugar porque creemos en el conocimiento
adquirido y la tecnología.
Ya no somos los mismos
de hace siete milenios atrás y debemos asumir que hemos crecido, que hemos
desarrollado nuevas creencias y nuevas formas de fe, eso de creer en cosas que
no vemos.
Ahora y al final,
pienso que se pensará de esta nota dentro de 200 años.
¿En que estaremos
creyendo?
¿Cuáles serán las
respuestas de la dueña de la lencería?....
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Recuerda: cada vez que no comentas una de mis notas, Dios se ve obligado a matar un gatito. Campaña contra el maltrato animal.