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Mostrando entradas de abril, 2017

In Memoriam... Miguel.

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Dicen que el ocio es la madre de todos los vicios, como si cada uno de estos fuese a ser paridos por un momento de esparcimiento y descanso. Se debió haber aclarado que cualquier extremo dentro del ocio, como lo puede ser el no trabajar, hace a la fertilidad de un estado vicioso; pero para ello es necesario que se cumplan una serie de circunstancias que, sumadas den como resultado que un hecho se convierta en hábito, y este sea malo para la salud física, mental o espiritual como para que se considere un vicio. Además habría que analizar si tal hábito es realmente perjudicial, o si encierra un beneficio que ponga en dudas su maldad para la persona o el ambiente. Pero aún queda más, porque un supuesto vicio se le cataloga como tal, si incumple las normas y leyes de la sociedad, y allí entraríamos a juzgar si esta es la que queremos como lugar de socializar, o por el contrario que no apetezca nuestras expectativas. De hecho sabemos que al nacer la aprobación a ese conjunto de le
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Libérame, (Set me free) Tomó el camino que el destino le había señalado. La guitarra llevó sus notas más altas en las manos del maestro. Su voz aguardentosa, marcada por las noches de humo y alcohol, marcaban su paso. Set me free, soltó al aire su sentencia, Libérame. Lo comprendió como solo se puede hacer ante un llamado de tanta fuerza, se incrustó en su alma, fue un hierro candente que dejó la señal para la eternidad. Libérame. Y bajó por la escarpada ladera hasta llegar al mar que abría sus olas generosas, francas. Buscó el hueco en la helada roca gris y acomodó su cuerpo, como lo haría un recién nacido en el seno de madre, la buscaría a ella. En sus ojos se reflejaba el sueño de más de cuarenta años, la línea del horizonte y el mar, su mar. Era ese momento en que todo llega a un final de etapa, no era la conclusión del esfuerzo, ni el último desenlace; solo un alto en el recorrido, un descanso para avizorar el futuro. Eso buscaba. El cielo estaba límpido, tra

¿Cuál es el próximo paso en la literatura?

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Hemos pasado de la élite de intelectuales con barba, cigarro entre los dedos, melancólicos o exageradamente extravagantes, sentados en un café y debatiendo sobre principios (o finales) filosóficos, que llevaban su libreta de apuntes en el bolsillo, a una ama de casa, un estudiante de medicina o arquitectura (no importa la rama), un operario de una fábrica, un pinche de cocina, un ejecutivo o un pastor de ovejas (si queda alguno), que munido de su teléfono móvil, una tableta o el ordenador se dedica a escribir, y muchas de las veces tan bien como los supuestos intelectuales y escribas de profesión. Todo el cambio y apertura literaria en menos de lo que canta un gallo, unos veinte años (es que el gallo últimamente tarda más que antes en cantar) en que la tecnología ha permitido que cualquier persona con el deseo y la voluntad de describir sus emociones, sus frustraciones o sueños latentes y larvarios, se exponga al mundo y escriba sin el miedo o la restricción que antes imponí

Rótulos de colores. (Disgregaciones variadas)

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Curioso, muy curioso. Si me levanto de la silla y salgo a la calle diciendo… cosas que se me ocurren, las cuales llevan en sí mismas una parte de la verdad absoluta, los que oigan mis palabras se preguntarán y consultarán entre ellos: -        ¿Quién es éste tío que habla y dice lo que dice?- Seguramente nadie sabrá quién soy, mis orígenes, mi historia, ni mi nombre y apellido, se encogerán de hombros y seguirán oyendo (algunos). Unos pocos, avisados por la tecnología, harán una fotografía con su teléfono móvil e irán a San Google a consultar si mi cara es reconocible por el sistema. La red puede o no, reconocerme (si es que hay alguna imagen mía actualizada), pero casi seguro que no dirá nada y solo mostrará unas personas con algún rasgo en común conmigo, y eso será todo para los tecno-oyentes del dicente (decidor). Seguiré hablando con mi voz natural (aterciopelada por cierto y ganadora de múltiples halagos), desgranando conceptos propios e inéditos, de esos que he

Razonando

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La intemperancia es la falta de templanza ante un hecho; el temple o templanza es una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón. La razón es el acto de discurrir el entendimiento. Entendimiento es la potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce. Ante la intemperancia, razonar; razonando para discurrir el entendimiento; entender para juzgar; elevar un juicio para formar opinión sobre algo o alguien; opinar que es la valoración que se forma de una persona respecto de algo o de alguien; algo o alguien es el arquetipo conceptual que se toma como ejemplo; ejemplo es la acción o conducta que puede inclinar a otros a que le imiten. Las personas solemos establecer muestras relaciones interpersonales con la base de la imitación, generalmente lo que uno tiene es deseado por el otro y viceversa, esto une en un

El Corrector, Inquisidor del siglo XXI

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Nací a la mitad de los ’50, cuando aún había tranvías en Rosario. El Papa era Pio XII del que no tengo nada que decir pues mi paso por el catolicismo fue tan rápido que el agua bendita no llegó a mojarme la coronilla ni vestirme de blanco satén. La música estaba dividida entre la “blanca” y conformista, con la “negra” conformista también, pero con sus bemoles apuntando hacia los problemas de discriminación. Por esas latitudes, los Estados Unidos eran la Meca de todo argentino que quería decir que conocía mundo, y Europa era la tierra de los abuelos. Intentábamos parecernos a los llamados “yankees” adoptando modas como los supermarkets, los coches con siluetas aerodinámicas y alitas a los costados, veíamos películas del oeste con indios malos y cowboys buenos, o con policías astutos y bondadosos contra ladrones y pillos con gorra de costado y pose de… de ladrón. Perón estaba prohibido y el pueblo trabajador huérfano de su padre todopoderoso. Frondizi hacía negocios con el petr