Prohibido menores de 18 años. Hablo de Sexo
Prohibido menores de
18 años. Hablo de Sexo.
En la historia y entre
los escritores, hablar de Sexo (entiéndase por tal al acto sexual entre dos
personas sanas mentalmente si perversiones de por medio) es un tema que se ha
tocado millones de millones de veces.
Los ángulos con que se
ha tratado han abarcado todo el espectro posible, desde lo más inocente,
pasando por lo cómico, lo ridículo y llegando hasta lo más profundo de la
negrura del cerebro humano; allí donde se esconden los peores fantasmas y monstruos
inimaginables.
Por lo tanto el
escrito de hoy no aportará mucho más que una gota al mar. Pero es necesario en
la vida de todo escritor alguna vez tocar el tema y explayarse, ya por ego, ya
por gónadas llenas.
Como último prejuicio
a salvar antes de meterme de lleno en el caso, diré que mis apreciaciones son
totalmente parciales. Corresponden a un ser humano de casi sesenta años,
heterosexual, hombre por nacimiento y convicción, con una vida sexual mediocre
basada en principios personales desligados de todo dogma y restricciones
foráneas. Los conceptos por los que me he guiado, han sido siempre propios y no
influenciados por las malditas castraciones religiosas o sociales, gracias a
padres que supieron criarme en una libertad de pensamiento muy adelantada a su
tiempo. Sentencias que dejaré a vuestra crítica y buen saber.
Hecha la aclaración
comencemos.
Sexo, cópula, coito,
cohabitación, fornicio, fornicación, acceso, ayuntar, montar, cubrición,
apareamiento, ayuntamiento, fecundación, etc. en la lista de los sinónimos
aceptados por la RAE, podríamos seguir con los localismos, pero sería entrar en
el terreno fangoso de lo chabacano y poco gentil, aunque se podría añadir
algunos jocosos como: ñaca-ñaca, serruchar, cuchiplanchar, hacer pupito con
pupito, echar un penny a la alcancía, apuñalar al oso; en fin la imaginería
popular da para mucho según el lugar que se habite y las costumbres que se
cultiven.
Esto demuestra a las
claras el primer punto: el Sexo fue, es y seguirá siendo TABÚ para el ser
humano por varias generaciones más.
El lenguaje por más
que sea familiar no ataca de lleno, ni llama a lo que es, como tal; antes lo
oculta en vericuetos que suenan infantiles formulaciones divagantes.
Y es que la castración
por parte de la sociedad ha sido tan profunda, clavando monolitos y
construyendo murallas que ocultan un acto tan natural como el de las
excreciones o el de comer, que es imposible derribarles por más que se hable de
libertades, de aperturas mentales, de cambios de paradigmas y otros vanos
intentos de evolución.
Sin embargo hay algo
más oculto.
El Tabú puede ser
necesario. Detrás del Tabú puede anidar una intención.
Sí, aunque suene
extraño o contradictorio, el maldito Tabú contra quien tanto se ha tratado de
exorcizar y que ha llevado horas, días, meses y años de psicoanálisis gastando
sofás, escudriñando libros, consumiendo cuadernos y libretas con sus
respectivos bolígrafos, para apuntar los desaguisados mentales de los atascos
de los pacientes que preferían hacer el amor, (otra manera de mencionar al
Sexo) con un pijamas entero, la luz apagada y sacando el pene por un orificio
previamente elaborado en la prenda, podría ser necesario para que se hubiese
desarrollado un sentido “extra” al acto de la cópula.
Comprendamos esto
desde otro ángulo.
El ser humano tiene
una alta proporción de animal en su accionar diario, que por más que la
evolución se esfuerce por quitar con afeites, desodorantes a bolilla, trajes de
Prada y zapatos de Casadei; aún con todo el fitness que se aplique al cuerpo
para darle una belleza apolínea, la bestia sigue residiendo en el interior y no
pasa el día sin que haga su aparición en escena, con alguno de sus actos. Somos
animales amaestrados para el beneplácito de Darwin y la cólera de varios
dioses.
Allí, en la base del
cráneo, está el cerebro más antiguo, el Reptiliano o Archipallium formado por:
-
Médula
Espinal
-
Cerebelo
-
Mesencéfalo
-
Núcleo Basal
-
Bulbos
Olfatorio (sobre cuya base se han construidos los otros sentidos fisiológicos)
Esto no pretende ser
una clase de anatomía, simplemente trato de poneros en situación.
Este manojo de “cosas”
constituye el Cerebro Primitivo o como lo mencioné anteriormente con otros dos
nombres. Es lo primero que se desarrolla cuando hemos nacido y con él estamos
listos para afrontar las primeras adversidades de la vida, desde identificar a
nuestra madre por el olfato, hasta soportar a la vieja tía que nos molesta con
sus bigotes y perfume barato. También nos ayuda a saber del miedo, del calor,
del hambre, de cuando nos cagamos y de las primeras emociones extrauterinas.
Pero también está allí
el sentido Sexual metido en medio del berenjenal.
Este Cerebro Primitivo
heredado de nuestros días de rosas y cavernas, allá por el año dos millones y
medio antes de hoy (2.500.000 AdH) ya lo usaba el Homo Hábilis y sabía, gracias
a sus capacidades, cuando huir o atacar, según lo que tuviese delante fuese un
reptil del tamaño de la Torre Eiffel o uno de la misma familia similar a una
caja de zapatos (de Casadei, por supuesto).
Le era muy útil pues
se dedicaba a la caza y la pesca (nunca mejor dicho), deambulada de aquí a
acullá, buscándose el sustento diario de acuerdo a lo que la naturaleza le daba
en cada estación.
Allí en el
Archipallium, encerró los paradigmas más ancestrales: los del Cazador.
Esto sigue vigente aun
hoy en nuestra memoria más profunda y animal, junto al hecho de huir, si el tío
que tenemos por delante mide dos metros y hace fisicoculturismo, o atacar si es
el nerd de la oficina recaudadora de impuestos, blancuzco y de un metro cincuenta.
El instinto del
cazador es propio de todo hombre.
El macho humano caza y
cuando de Sexo se trata, con mayor gusto lo hace. Por supuesto que la presa es
con quien va a culminar copulando.
El arte de la caza
tiene todo un ritual muy detallado. Muchas veces se ha hablado y casi hasta el
hartazgo, de cómo se siente el cazador mientras se prepara, como elige el arma,
la lubrica, la limpia y la carga; luego identifica el tipo de pieza que quiere
dar caza y el área donde habita. Entonces establece una estrategia; la acecha
con la adrenalina a tope, la persigue por los lugares que suele frecuentar,
hasta que da con ella y la puede tener a tiro. Allí se acomoda, se pone en
situación y da comienzo al momento del disparo.
Dispara, acierta, va
en busca de la presa y se acabó el encanto, ya es un animal muerto. Será un
trofeo para mostrar, pero la adrenalina habrá bajado, el sudor se habrá secado
en la ropa, el sabor de boca se habrá ido, el temblor en las manos habrá
desaparecido y los latidos a más de 180 pulsaciones serán normales nuevamente.
Se terminó, acabó;
para volver a sentir esa excitación tendrá que volver a salir tras otra presa,
pues esta ya fue cazada.
Ahora llevemos esta
corta escena al plano del Sexo.
En el Cerebro
Primitivo se establece los mismos roles y las emociones son iguales.
Podemos repetir paso a
paso (sería aburrido) lo que hace el cazador o el macho humano, en este caso
cuando sale de “ligue” (ligue, levante, atraque, pique, etc.). Solo que
reemplazaremos a la presa por la hembra humana, la mujer, que se preste a ser
cazada y que llegado el momento, entre arrumacos y buena cena con vino del ’68
y mousse de chocolate, se vaya a la cama de un hotel con sábanas de seda y
finalice en un coito con un orgasmo. O varios, no importa acá el número de
tiros que se lancen.
Se terminó, acabaron,
la presa fue cazada y repetiremos lo antes dicho.
Imagino vuestras
mentes….y vuestras indignaciones, pero esperad, no he finalizado.
Me diréis que no es
así, que el amor hará que la pasión dure por los siglos de los siglos, amén.
Allí quería llegar.
Dejemos esa emoción
que llamamos amor aparcado a un lado, porque sinceramente les puedo decir que
es un tema demasiado espinoso y no toca desarrollarlo aquí. No está dentro del
Sexo y aquí quiero hablar de esto último. El amor es una emoción muy particular
que tiene dos caras como la tragedia y la comedia y pocos saben con cuál se han
levantado hoy mismo.
Regresando al tema; la
pasión es necesaria para que el estilo elegido por la sociedad que hemos
inventado, siga existiendo y me refiero a la monogamia, fiel hasta que la
muerte nos separe, esposados por los anillos de oro benditos por el sacerdote,
inscritos en el Ayuntamiento (casualmente sinónimo de cópula) donde vivimos. Esa
pasión “debe” ser mantenida a todo coste y para ello tengo entendido que el
Tabú ha generado su “extra” sentido, salvador de matrimonios, parejas de hecho,
concubinatos, emparejamientos, noviazgos, amigovios, amigos con derecho de
roce, etc.
¿Cómo funciona esto?
En el manojo de cosas
que suponen el Archipallium, el Tabú ha generado al Morbo.
Con ayuda del
mecanismo de la imaginación que usa a otros implicados del cerebro.
Paul McLean identifica
al Neocortex como una de las partes más nuevas del desarrollo del cerebro y a
la Corteza Pre frontal como separada de este. Y es esta la que tiene la culpa
de proveer la imaginería con que el Tabú amasa el Morbo.
En una palabra; el
cazador cuando ha conseguido la presa se le acaba la pasión y para poder revivir
esa emoción de modo repetitiva para adaptarse a una condición social, recurre a
una mentira imaginaria, generando morbo, buscando distintas maneras de placer
que le renueven esa vehemencia, ese ardor del primer momento. Esto puede ser
recordando, buscando imágenes que le exciten, evocando situaciones, provocando
ambientes, etc. Este es el morbo en pequeñas y domésticas dosis. En mayores,
las encontramos en búsquedas mucho más rebuscadas, cayendo en los extremos y
excesos que no voy a describir por innecesarios, pues ya vosotros, con vuestro
propio Morbo estáis imaginando.
Vamos, usando lo que
he descrito.
Tres matrimonios,
varias experiencias sexuales fuera de los matrimonios (no infidelidades),
lectura autodidacta sobre el funcionamiento del cerebro debido a la enfermedad
que me aqueja y casi sesenta años observando a mis pares, me da la autoridad
para decir que el Tabú es necesario por haber hecho nacer al Morbo, y este es
igual de útil para mantener esta sociedad dentro de la estúpida regla de la monogamia.
Que conste que en este
escrito no mencioné en ningún momento a nuestros parientes, los Bonobos (Pan Paniscus),
simios tan queridos por los que tiene que buscar y escribir sobre los
comportamientos sexuales humanos, ya que estos follan a lo tonto y loco cuantas
veces puedan en el día y la noche.
Por lo tanto, mientras
vivamos bajo las reglas de esta civilización, sepamos que el Tabú y su hijo son
parte de ella; y no podremos quitarnos de ellos a menos que revolucionemos los
conceptos sociales por completo y vivamos en otra libertad.
Pero esa, es otra
historia.
Uno no debe apreciar como mediocre una vida sexual, si esta es producto de sus convicciones, el ser hombres heterosexuales y maduros no nos hace menos que los modernos e incomprensibles comportamientos (para mi) que hoy la sociedad en su conjunto se dispone a celebrar de manera forzada diría yo, el YO CONSERVADOR Y HOMBRE POR NATURALEZA es un bien que por lo menos uno mismo como poseedor valora en distinción a pesar de no tener brillo para los "estándares" de estos tiempos tan maricas.
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