Como se Suicida un Ideal
Como se suicida un ideal
Señores, señoras
Habiendo aceptado de vuestra
parte mi decisión, paso a suicidarme en los próximos 20 minutos
No deseo llantos, quejas,
sepelios ni flores, solo que os ocupéis del estropicio que he ocasionado, que
limpiéis la sangre y vísceras que puedan quedar por allí, disculpando que no
pueda ayudaros
Vosotros me habéis comprendido
y eso es valioso para mí, más que si os hubiese interpuesto entre el arma y mi
cuerpo
Os agradezco por vuestro
tiempo y amistad
Nos veremos en algún otro
lugar, desde ya que voy un paso por delante de vosotros, pero no esperéis que
os prepare nada a v/llegada.
Amablemente
YXZ
La esquela estaba pulcramente
colocada en la mesilla del recibidor, sobre el mantelillo de crochet realizado
por aquellas manos temblorosas de la Señora Alba.
Ella misma había lavado con
lejía y luego almidonado con la vieja receta que le diera su abuela, allá por
los años de la pos-guerra, cuando se sentaban bajo la frondosa higuera del
patio y la pequeña aprendía las labores que solo se podían hacer durante las
calcinantes tardes del verano sureño. Solo que ahora el lavado y planchado era
cosa de la servidumbre.
El sobre estaba semi-apoyado
sobre el antiguo candelabro de tres luces, bruñido hasta el hartazgo por cuanta
gobernanta, ama de llaves, sirviente, lacayo o esclavo haya sufrido el
sometimiento de la vieja estirpe de los Lozano Carabela de las Sierras, y se
ocupara de lamer cuanto objeto estuviese puesto para gloria y señorío de la
noble casta.
Su color blanco-marfil con el
estampado a prensa del monograma familiar en una esquina, el sobre ostentaba en
claras letras mayúsculas, un: “A QUIÉN CORRESPONDA, O LEA AL PASAR”
La ironía que acompañase su
corta vida no la dejó siquiera al final de su existencia entre los de las
Sierras; el pulso de la caligrafía demostraba serenidad en el momento de
escribir todo, desde el sobre a la carta en sí, no titubeó, ni dejó de ser
cortés y animado en la decisión tomada, tampoco traicionó su modo de vida, esa
doble vida.
Le han visto en su historia
reírse de cualquier evento; todo lo que ocurría a su alrededor tenía más de un
lado positivo y alegre de donde sacar una sonrisa o una carcajada tras una
alusión graciosa. Pero quién hubiese podido ver su sombra y desmenuzar en sus
fibras umbrosas más íntimas, colocándolas en orden, se habría encontrado con el
ser más infeliz que existía sobre la Tierra. Era la duplicidad perfecta, las
dos caras de la Comedia en una exacta interpretación; mientras una reía, la
otra lloraba.
En la amplia galería con sus
portales de cristales labrados y con algunos colores atrevidos para la época en
que fueron puestos, se hallaban abiertos de modo que el aire de la primavera en
ciernes, se llevara cuanto maligno sudor o estornudo estuviese aún escondido
entre los pliegues de los cortinados; este aire que corría en dos ocasiones
volcó con insolencia el sobre y allí acudieron las prestas manos de la doncella
de turno para acomodarle en su posición impuesta por el demandante.
Pasaron horas en esa mañana
sin que nadie diese un paso por delante del sobre.
Al mediodía, con el habitual
rito de restregarse los ojos ante el resplandor del sol que entra por los
ventanales del ala este de la casa grande, como si de una niñita se tratase
aún, Mariángeles Lozano Carabelas de las Sierras se desperezó estirando sus
lánguidos brazos en un gesto como si adorase al astro Rey.
Con su mirada perdida en el
último de los sueños en que retozara sobre sus sábanas de fino hilo, apenas vio
el borde filoso del sobre sobre la mesilla; pero fue su estado de permanente
desapego hacia todo lo que ocurría en la casa grande, lo que hizo que no
reparara más que en eso, un simple borde y nada más, pues si había algo que
sobrase era para implicarle en una historia donde su cerebro le indicaba que no
debía meterse.
Gracias a esta estrategia,
podía disfrutar de todo lo que había sin medida y ni límite, ella flotaba en
medio de las disputas, las guerras, los desvaríos, las conspiraciones o las
grandes contiendas con sus ganadores y vencidos; por encima siempre estaba la
hermosa y buena de Mariángeles, intocable, pura, perfecta y la que con todos
estaba de acuerdo.
Ella solo debía seguir este
instinto salvador, no mezclarse, no contaminarse, no tomar posición, no apostar
por alguien, no jugarse por nadie, sonreír, ser tonta y disfrutar de lo que
había mientras estuviese a su disposición.
En la sala estaba como cada
mañana, sentado en el sillón verde de pana, Víctor Lozano Carabelas de las
Sierras, padre de Mariángeles; frente a él, el Patriarca de la familia Don José
Lozano Carabelas de las Sierras con sus noventa y cinco años. Le servía el café
corto y sin azúcar, su quinta mujer que debía tener la edad de su nieta, unos
treinta y dos o treinta y tres años.
Víctor no sacaba su mirada
lasciva del culo de la que pretendía ser llamada su madrastra, y ella bien
sabía que si su curvilínea posadera fuese un alfiletero y las miradas
alfileres, este estaría lleno a más no poder.
Atractiva en su figura y en su
trato para con el Patriarca, no dejaba de dar falsas expectativas a los
herederos del trono en sus contoneos e insinuaciones entre cortinas que
susurraban y escondían secretos de la familia.
Las miradas de Mariángeles y
Annabela Gracia Bianco se cruzaron a la vez que un leve gruñido a modo de saludo
mañanero salía de ambas entre las comisuras de sus labios. Si se pudiese haber
visto con detalle, tal vez se apreciaría que el vello de los brazos de las
señoras se encrespaba, y que las uñas crecieron unos milímetros curvándose como
garras de hembras en celo que protegen su territorio. Tras el saludo las
cabezas se elevaron y la mirada de cada una de ellas se estrelló en el cielo
raso de la sala.
Mariángeles dio un beso en la
frente de su abuelo, luego a su padre y se dirigió a la mesa donde había unos
bocadillos y zumos recién exprimidos de las frutas del entorno.
El aire traía una mezcla de
perfumes entre una magnolia que abría sus carnosas flores blancas exhalando un
aroma pegajoso y envolvente, con la sutileza de las flores del jardín donde
pugnaban por destacarse los rosales, los jacintos y la madreselva que parecía
nevada por la cantidad de florecillas blancas que se abrían paso entre el
follaje verde.
El Viejo Patriarca, hombre de
buen olfato y delicado gusto, dejó su taza de café a un lado, levantó la nariz
como lo haría un perro olfateando la presa y dijo lacónicamente:
-
La puta, hay olor a muerte.-
El padre de Mariángeles, dejó
de leer y le miró fijo. Luego aventuró algo:
-
Pero padre, que dice.-
El Viejo le miró como con
deseos de sepultarle con su sillón de pana verde incluido:
-
He dicho… la puta… hay olor a muerte.-
-
Ah…está bien.- levantó las cejas rápidamente en
un gesto de no saber qué hacer con el escupitajo del Viejo.
Annabela Gracia Bianco salió
de entre las nubes de los cortinados, presta y solícita como el mejor de los
sirvientes con la pipa del nudo de una raíz de rosa y los cerillos de palillo
largo, como le agradaban a su marido. El tabaco inglés ya estaba apelmazado
delicadamente en el hornillo, y tenía una gota del añejo whisky escocés que le
trajera su amigo marino de uno de sus viajes por el norte.
El ritual diario, jamás
ininterrumpido, solemne acto de sometimiento al que se veían atados los que
pertenecían a la casta envidiable; ninguno podía romper con las normas
pre-establecidas en la costumbre, que se superponían unas sobre otras a medida
que el tiempo pasaba y los mayores envejecían haciéndose más y más recalcitrantes.
Observarles a través del
tiempo era al fin un extenso estudio sociológico de la casta más rancia del ser
humano, que habiéndose asentado tras dejar de ser un trashumante aplicado a la
caza y la recolección, había desarrollado su sentido de propiedad debajo de sus
posaderas en el más estricto sentido de la imagen. Este típico encumbrado
propietario, dueño y señor de vida y muerte de sus vasallos, alimentador,
protector y vejador de cuanta cosa viva estaba dentro de su coto, tenía en sus
genes la esencia despierta del poder por el poder mismo. Una sinrazón que
contradecía el auténtico origen del ser humano que vivía armoniosamente con la
naturaleza, que tomaba lo que le correspondía ese día y no abusaba de nada
porque desconocía lo que significaba el futuro y la tenencia de lo material, se
despertó en el momento en que aró y sembró una semilla, cuando se sentó a ver
como crecía lo que “Él” había hecho y se sintió Dios.
No le hizo falta la Babel para
llegar al Supremo, ya lo era Él mismo y lo suyo era de su Propiedad.
De allí en más solo fue sumar
Poder sobre Poder y sus ansias no tuvieron límite, a cada conquista le seguía
la sed de obtener más; el fuego interno que había despertado el Ego le
consumirá hasta que nada quede ya por dominar y probar.
Será entonces cuando quiera el
someter a su propio espíritu y allí sucumbirá en un torbellino de sus propias
miasmas desapareciendo eternamente; el ser humano propietario, dominador,
poseedor habrá terminado.
Estos actos a los que toda la
familia se prestaba desde años impensables, se reiteraban con el cambio de Patriarca
y algunas modas que hacían que el tabaco no fuese inglés y ahora lo sustituyese
el cigarro fino con boquilla , o un puro cubano hecho a mano; tal vez no había
un rosal y eran los jazmines los que perfumaban la sala, pero el piramidal
estado patriarcal era inmodificable y las mujeres cumplían sus funciones de
bellos adornos sin cerebro que debían mantener una piel deseable, la vagina
limpia y los ojos entornados mientras sus vestidos flotaran entre los aires de
la casona.
Los niños varones tenían la
preferencia de ser educados como futuros ejecutores de las herramientas del
Poder, mientras tanto las niñas eran confinadas a salones donde se les
cultivaba para que fuesen buenas mujeres de la casta, como quién mantiene un
hermoso invernadero con plantas floridas, exóticas y perfumadas.
El anciano aspiró la bocanada
de humo sin llegar a llevarla a sus decrépitos pulmones. La pipa temblaba en
sus delicadas manos, esas que jamás habían tocado una pala, un martillo o se
habían ensuciado con el mortero de la obra; no hallaríamos en ellas una sola
arruga o callo que nos dijese de sus labores. La piel traslúcida que deja ver
las múltiples venillas azules y rojas que recorren sus manos le asemejan a un
muñeco de exhibición de la anatomía humana.
Mira a su alrededor, su hijo
sigue intentando leer el periódico mientras no pierde gesto de su padre,
Annabela está su lado presta a sus requerimientos con ojos de felino hacia
Mariángeles; esta sin hacer caso a las llameantes ojeadas revolotea por los
ventanales como las mariposas que no hallan la salida aunque la tengan en sus
propias narices. A los pies de Víctor se acurruca Sansón, un rottweiler que
aparenta dormir apaciblemente.
Irrumpe la escena Maria Clara
Biguante del Solar, mujer de Víctor Lozano Carabelas de las Sierras y madrastra
de Annabela; alta, espigada, casi siempre vestida en tonos pastel y con sus
permanentes pañuelos porque sufre de alergias de las más variadas. Hay veces
que se supone que sus males son el modo de alejarse de las personas que ha
desarrollado para estar sin la necesidad de rendir demasiadas pleitesías,
teniendo a mano una excusa valedera ya que pocos desean que ella esté a su lado
estornudando sus porquerías sobre ellos.
María Clara tiene apenas 10
años más que Annabela y la relación con esta no es precisamente la que se
debería desear; por el contrario desde que se casara con Víctor se estableció
por parte de María Clara una declaración de propiedad sobre el hombre, que
molestó sobre manera a la hija. Esta tensión ha hecho que no se dirijan la
palabra más allá de un saludo ocasional y como ambas mantienen mundos muy
separados, el encontrarse es completamente esporádico, como este domingo por la
mañana.
-
Hola, buen día Papa.- María Clara cumpliendo con
el protocolo saludó primero al Patriarca interponiendo uno de los pañuelos
bordados para evitar el inminente estornudo.-
-
Buen día María Clara. ¿No hueles a muerte?- le
espetó el viejo.
-
¡No! Por Dios y yo con mi alergia que lo notaría
de inmediato. Será el chucho ese que huele Papa.-
-
Víctor saca ese animal afuera ya.- ordenó el Viejo
a su hijo
-
Sansón, fuera.- el perro de malas ganas levantó
su pesado cuerpo y a paso lento se fue a seguir con su sueño debajo de la
madreselva.
-
Buen día Víctor.- María Clara saludó a su marido
lanzándole un beso con la mano.
-
Buen día mi amor, Sansón también te los da.-
-
Je! Siempre irónico a estas horas. Pero después
de la comida se te pasa. ¿Vamos a pasear por el parque luego?-
-
Dicen que lloviznará…pero bueno, no es mala
actividad para hoy.-
-
¡La puta, sigue oliendo a muerte! Y no era el
perro, Víctor.-
El Ama de Llaves entró en la
sala a retirar la taza de café y las copas de Víctor.
-
Ramona, a ver, ¿usted no huele a muerte?- le
preguntó apenas había cogido la taza la mujer.
-
Señor, con todo respeto, hay algo que no huele
como siempre. Ahora mismo le diré a la criada que esparza un perfume sobre todo
lo que hay, cojines, mantas, tapicería y demás. No se preocupe el Señor.-
-
Pero es que no es que me quite este puto olor, sino
que quiero saber a qué obedece…-
-
También indagaré de inmediato y le diré al Señor
que he hallado.-
-
Está bien Ramona, pero si es algo sucio no me lo
cuente antes de comer ni después, mejor me lo dice después de la siesta.-
-
Como el Señor ordene. Y si me permite el Señor,
hay un sobre en la mesilla de la sala contigua que debe ser para alguno de la
Familia y tengo la sensación que es importante.-
-
¡Tráigalo de inmediato mujer! Falta más.-
-
Si Señor.-
Cada uno de los presentes en
la sala volvieron sus cabezas hacia Ramona mientras salía y en unos segundos
más, regresaba con el sobre blanco en sus manos para entregárselo al Patriarca.
El Viejo leyó la escritura del
sobre e hizo una mueca de desprecio, luego lo repitió en voz alta con la
entonación de quién encuentra entre divertido y despreciable el escrito:
-
“A quien corresponda, o lea al pasar”. ¡Pero si
hay que ser petulante y mal nacido coño!
Abrió el sobre, extrajo el
papel y todos vieron como el semblante del Viejo cambiaba; sus manos
temblorosas parecían que eran movidas por un fuerte viento, la piel se le
amarillento y sus ojos se hundieron como escapando de la realidad que había
leído, no queriendo aceptar la escritura ni sus verdades.
La hoja se resbaló de entre
sus dedos mientras abrió sus labios para decir algo que no salía de su
garganta.
Al fin gritó:
-
¡Abra la puerta de la sala de Mauricio! ¡Abra la
sala ya!-
-
Si Señor.- Ramona tropezó con un tapete y la
mesa, dio un codazo a la puerta y se dirigió a la sala de Mauricio Lozano
Carabelas de las Sierras, único hijo varón de Víctor.
El grito del Ama dejó a todos
paralizados.
Ramona se despatarró en el
suelo dejando solo pies visibles en el corredor.
oo-o-oo
Ramona repasó con el paño los
últimos detalles de los libros y adornos que se amontonaban en los estantes de oscuro
nogal negro, finamente labrados por el ebanista del pueblo en los años en que
se construyó la casa grande, allá por el comienzo del siglo anterior.
El Patriarca llegó a la
biblioteca, en ella estaba Mauricio sentado con su gato Bastiat en el sillón
cerca del ventanal. Afuera el día pasaba de una mañana plena de sol a un cielo
oscuro anunciando esas tormentas de primavera en que tanto puede llegar una
tromba, como puede aparecer un viento suave que se lleve los negros nubarrones
como si de un juego se tratara.
Bastiat aceptaba el agasajo
que su amo le hacía al acariciarle el lomo hasta la esponjosa cola; cerraba sus
ojos en señal de sentirse elevado por los cielos gatunos en un estado de relax
total.
Con la otra mano Mauricio
repasaba por enésima vez el escrito sobre la relación entre los animales
domésticos con sus amos y la comparación de la sociedad sometedora que mantenía
bajo su yugo a las mujeres, los débiles de carácter y a los ignorantes.
El texto trazaba una línea
transversal entre los puntos relativamente significantes de una y otra
posición, haciendo una crítica demasiado fuerte para quién de alguna manera,
también representaba a esa casta, los Lozano Carabelas de las Sierra, una de
las familias patriarcales, fundadores del país que habitaban, columnas
sempiternas que sostenían el aparato social y productivo de donde mamaban
millones de personas.
Salir del lugar que se ha
formado por siglos, como el mejor estado de bienestar para un ser humano, en
que se ha generado toda una cultura y de la que dependen millones de almas que
siguen un ciclo de evolución marcados por sus normas, costumbres, leyes que al
fin terminan en las Tradiciones y el mismo Espíritu de un pueblo, no es fácil
ni recomendable.
Solo un “irresponsable” para
con la historia sería capaz de destruir lo construido con tanta sangre e
inteligencia puesta al servicio de la más pura filantropía y el patriotismo en
el sentido mejor interpretado.
Se supone, se prevé, se
prepara para ello, que un sucesor en línea sanguínea de los fundadores no
siembre un cisma, porque fue adoctrinado debidamente para que ello no
sucediese. Es el mayor punto de insistencia en la educación junto al sentido
del honor. Este manda sobre el discípulo cómo reaccionar ante determinadas
circunstancias adversas, e inclusive cuando es tentado por las ideas corruptas
al sistema.
La consagración en vida a la
causa de mantener un sistema piramidal, excluyente, paternalista, patriarcal,
dominante, ejecutivo, es inculcado o martillado en las mentes plásticas y
novísimas de los recién llegados al seno de la Familia. Allí es modelado para cumplir
la misión, con una única y ancestral visión; y si esto estuviese en peligro y
fuese necesario exponer la misma vida en defensa del sistema, no se debe dudar
en el acto inmediato. Así lo rezan cada mañana y cada noche, para que esté vivo
durante el día y sea motivo para soñar al dormir.
Acompañaba al Viejo su amigo
de correrías, don Ernesto Rainno y Calzadas, hombre que procedía de la familia
que nunca abandonó la presa que es el poder. Sin pertenecer a ellos, aunque
siempre hubo intentos de mezclar sangres, se supieron situar en al ala derecha
del sillón de los Carabelas de Las Sierras. Acomodado como lo estuvieron
siempre sus antecesores, le brillaba la calva y le sobraba la tripa que con
graciosa majestad bamboleaba a cada paso que daba; sus amigos le solían halagar
diciéndole que era un Hombre “Brillante”, lo que él tomaba como el mejor de los
cumplidos ya que adornaba su mente sagaz y rápida. Claro que al pobre nunca le
explicaron que lo de “Brillante” era por la grasa que exudaba en su rostro y
brazos, que hacía que destellara al sol como si de oro o plata estuviese
revestido; y poco o nada tenía que ver su raciocinio, que este al decir al
paso, era de una cortedad llamativa.
Como es de suponer, Víctor el
hijo mayor del Viejo, no tardó en cruzar la puerta. Él estaba siempre detrás de
la sombra de Don José Lozano Carabelas de las Sierras, que si se moría en
cualquier momento, porque la hora de la parca había llegado, Él no podía estar
lejos para recoger el cetro y seguir con el Poder en su mano, eso tan deseado,
tan ansiado.
Se apoltronaron en el juego de
sofás y sillones de piel que rodean la estufa a leña.
Ese es un lugar particular y
el Patriarca lo sabe muy bien, es el sitio donde se practica el rito de las
enseñanzas y también el lugar del concilio de los hombres.
El ambiente está precisamente
armado para que contenga señales a quienes participan, que les indicarán el
protocolo, las normas y leyes, sin necesidad de explicitarlas.
Los sillones de piel ya
muestran un contacto directo con lo animal; al pasar la mano por lo que fue la
cobertura de un grupo de músculos tensos, que tienen solo dos opciones: huir o
atacar, señalan las actitudes que reinaran en las conversaciones que se
llevarán a cabo. Ellos conforman un semi-circulo que lo cierra la estufa,
inmenso hogar donde arde el fuego en invierno, pero que deja su presente de
cenizas durante el resto del año como testigo de lo que allí hay. Tres
sensaciones primordiales nacen de la estufa, el perfume de la madera quemada
que nos recuerda al primer fuego en la historia, que nos retrotrae a las
primeras alianzas y los primigenios concilios; el hollín y las cenizas que nos
indican lo perecedero de la vida con lo que aquí queda y lo eterno que sigue
siendo; el fuego, ese elemento eterno de vida, unión, calor y muerte también,
de purificación, de devastación, de ira y recomienzo en todo. Y por último
dando forma de cosa sagrada e inalterable en el tiempo, están los
participantes, que se deben sentir elegidos para la ocasión única.
Situados en sus lugares
acostumbrados, el Anciano fue contundente en el llamado, que resonó en el
ámbito de la biblioteca haciendo que las maderas del recubrimiento de las
paredes, vibraran bajo su voz:
-
Mauricio, te estoy esperando.-
Con Bastiat, el gato, en sus
manos, Mauricio se acercó y se situó en el sillón equidistante del de su
abuelo.
No era el momento ni la
intención, la de mostrarse desafiante, por lo que demostró una falsa humildad
bajando su cabeza sin dejar de buscar esa paz interna imposible de alcanzar, en
las caricias a su mascota.
-
Mauricio, la reunión es para los hombres de la
familia, no para los animales. Quita de mis vista ese maldito gato.-
-
No te perturbará abuelo, te lo prometo; deja que
lo acaricie.-respondió en voz baja.
-
Vale, pero lo he advertido.-
-
Mauricio, Mauricio; ha llegado a las manos del
abuelo unas hojas escritas por ti que no son las que esperábamos de un miembro
de la Familia. Hay algunos conceptos que no son coherentes…- Víctor se vio
interrumpido por el Patriarca.
-
¡Qué joder Víctor! Está mal, que digo mal,
pésimo que un nieto mío, de mi propia sangre, de la sangre de los Carabela de
las Sierra escriba semejantes burradas. No andemos con mimos, que las acaricias
sean para ese puto gato. Acá se hablan las cosas claras. Te has cargado las
bases morales de toda una familia que son las mismas que sostienen la sociedad
de este país, por seguir una inclinación perversa que te sale de donde debería
haber cojones y me parece que hay una vagina sudorosa.-
Como siempre, la alocución del
patriarca fue lapidaria, nada generosa y absolutamente irrefutable por los
presentes, que arrugando sus labios y entrecejos asintieron con el clásico
movimiento de cabeza, menos el vejado Mauricio.
Al Viejo no se le había movido
un pelo al condenar a su nieto, ni siquiera podría decir que su sangre había
elevado un grado su tensión, acostumbrado a estas y peores lides, un rapapolvo
de estas características solo le daba un poco de alegría a sus huesos para no
perder el ritmo de dictador que le perseguía.
Pero Mauricio no calló:
-
Abuelo, no reniegues de la genética, que no es
solo tu sangre la que corre por mis venas, sino que está presente la de tu
mujer y la de la mujer que me dio la vida, dos sangres que no hay razón por las
que despreciar. Pues sus hombres bien que fueron tus amigos y cofrades en las
aventuras por someter este país.-
-
¡No! ¡No soportaré que un pendejo recién salido
del cascarón venga a contar las costillas a nada menos que a mí; a mí, el que
ha levantado la bandera de la Patria cuando los rebeldes apuntaban a mi pecho
con los fusiles y no había quién me defendiera.-
-
¡Je! Has dicho de hablar las cosas claras
abuelo. Ni levantaste la bandera, ni te apuntaron con fusiles porque estabas a
mil leguas de aquí encerrado en los sótanos de la chacra de Agustín Cerrallo y
Gonzalez, y se rindieron porque el General José Martín tuvo los cojones de
sacar a todos cagando leches a pura bala y cañonazos; pero eso nunca se dijo
porque Martín era homosexual. ¿No era así?-
-
No, si lo que falta es que salgas en defensa de
las maricas.-
-
Solo recuerdo la historia tal como fue abuelo,
tal como nosotros sabemos que fue. Esa historia que el pueblo no conocerá jamás
para tu y nuestro bien. Los tiempos cambian y hoy ya no se miran los actos bajo
el cristal con que se miraban hace diez o treinta años, las eras, las épocas y
revoluciones que se llevan a cabo son cada vez más cortas en el tiempo, duran
menos. Antes pasar de una era a otra pasábamos un siglo o dos, ahora el cambio
puede ocurrir en dos o tres años, con nuevo avance industrial es suficiente
como para que estés atrasado en la era de los que se calentaban con yesca y paja.-
-
¡Qué va! ¡Qué va! Porque son jóvenes y tienen
sangre caliente, se creen con la razón para despreciar a los viejos. Quiero que
sepas que vives y disfrutas de lo que eres por los huesos y los huevos de viejos
como yo y tus antecesores; y que tú mismo serás un viejo no mucho más tarde
dejando tus entrañas en el mismo juego en que las estoy dejando yo hoy,
defendiendo un curso recto de la historia, un curso visionado por los primeros
fundadores. Lo que hoy desprecias, mañana volverás para defender como un poseso
y será tarde si desaprovechas la oportunidad de reformarte ahora. De volver tus
pasos y dejar esta línea de folletín amarillo… o rosa.- el anciano no pudo con
su genio de ser hasta en la última palabra irónico e incisivo, colando la duda
sobre la sexualidad de su nieto.
-
Mauricio es importante que seas coherente con el
suelo que pisas, tu abuelo me ha invitado a estar aquí y creo saber el porqué;
sin dudas quiere dar el ejemplo de lo que ha sido en estos siglos de Patria la
presencia constante de mi familia al servicio de la causa.- Rainno y Calzadas,
el fiel amigo del Viejo terció en el momento en que la rispidez de la
conversación comenzaba a verse en los rostros de los enfrentados.- hay momentos
en la vida que es bueno hacer un balance de la situación en que uno puede
llegar a encontrarse y medir consecuencias sobre el porvenir. Eso no es malo
muchacho, por el contrario es un sello que augura la madurez alcanzada. La reflexión
temprana nos evita arrepentimientos posteriores que solo servirán para ser
contados al cura y de poco para el bolsillo nuestro o de nuestros hijos.-
La placidez con que habló
Rainno y Calzadas tendió en la biblioteca un manto de paz transitoria; él tenía
esa capacidad de calmar aguas encrespadas y aparentar ser imperturbable en los
momentos de tempestad; por ello el Viejo le ponía a su derecha, pues se conocía
como explosivo y amante de la guillotina, sin embargo con su amigo como
catalizador, el dúo se convertía en una fórmula efectiva en cualquier
negociación.
Mauricio le tenía un trato
familiar y desde pequeño le llamaba “Tío”, aunque el título no fuese oficial y
él se sentía más integrado aún a los lazos del Poder de los Carabelas de las
Sierras.
-
Con todo respeto Tío, reitero lo que le decía al
Abuelo, los tiempos están apurando a las personas, lo que viene en el futuro no
son momentos en que las situaciones se resuelvan en concilios de familias o en reuniones
patriarcales, esto va a disolverse en poco y devendrán personajes con poderes
mucho mayores, que harán que lo que nosotros queremos mantener sea barrido de
un plumazo. El eje de intereses ya no serán los apellidos y las alcurnias, o
las monarquías y sus coronas, todo eso será pasto de las voracidades de gentuza
que habrá hecho dinero con la industria y comprará el alma de cuanto Cristo se
cruce en la calle, hasta que seamos olvidados o lamentablemente también
comerciados como vulgar mercancía.-
-
Eres de cabeza dura como tu abuela Alba, que en
paz descanse y la tenga en su Gloria…
-
¡Ah! Allí reconoces la genética…-
-
¡No me interrumpas pendejo de mierda! Ten
respeto con quién hablas, que porque seas mi nieto me debes igual o más respeto
que los demás. Y eres un cabeza dura como tu abuela. Pero también eres
inteligente como tu padre y como yo mismo, por eso es que estamos aquí, para
que veas nuestro único punto de vista. Que vendrán otros tiempos, ¡y eso quién
lo duda!, pero mientras tanto no será un Carabelas de las Sierras el que lo
apure, ni el que se enrole en las filas de los advenedizos agoreros del futuro
industrializado. Lo nuestro no es predicar el provenir, sino la política del
poder, el gobernar y eso es similar al llevar el timón de un enorme barco, no
importa que tripulación lleves, cuál sea la carga, ni el destino que tengas;
tampoco debe importarte si el viento es a favor o en contra, si hay tempestad o
mar calmo, solo debes tener presente que eres tú quien lleva el timón y que
nadie más toma decisiones allí. Eres tú, el barco y el timón, lo demás puede
variar hasta el infinito mientras tú sigas allí.- el Viejo se había puesto de
pie en el final del discurso y se le veía como en los antiguos tiempos de alentar
multitudes.- ahora deja ese puto gato, deja esas mariconadas de escribir sobre
el lugar de las mujeres en el poder, cosa que jamás volverá a ocurrir, deja de
hablar de cambios y prepárate para sacrificar tus ideales en el fuego de lo
auténtico, tu timón y tu barco. ¡Este timón y este barco hijo mío! ¡Toma tus
irrealidades, los sueños que no se cumplirán y quémalos, sacrifícalos, mátalos
en honor a la mayor gesta que ha visto la historia! Una familia ejemplar que ha
marcado una huella con su sangre en la humanidad.- el anciano finalizó sabiendo
que sus palabras quedarían grabadas en las mentes de los tres que le
escuchaban, se sentó con la barbilla en alto y los ojos llenos de lágrimas y a
mirada fija en un futuro pleno de esplendor para su figura heroica.
Un largo e incómodo silencio
siguió a la retahíla de Don José Lozano Carabelas de las Sierras. Al fin fue el
gato Bastiat el que rompió el círculo mágico; saltó de las manos de Mauricio y
fue directo a las piernas del anciano y se restregó contra ellas.
-
¡Fuera gato puto! Lo que me falta, ya tengo a
una niñata que me soba y ahora el gato…no faltaba más.-
Mauricio se levantó, tomó a
Bastiat en sus brazos y con una inclinación de cabeza saludó a los presentes y
se marchó a su habitación.
No volvieron a saber de él ni
en la cena, Ramona le llamó a la mesa, pero al entrar al dormitorio tras llamar
reiteradas veces, halló que Mauricio se había ausentado.
oo-o-oo
Ramona tendida en el suelo con
toda su humanidad repartida en el parquet y sin aliento, señalaba con su mano
el ángulo de la habitación que correspondía al que está al lado de un ventanal
y el escritorio que utiliza Mauricio para sus labores.
El contraluz que ofrecía las
cortinas descorridas poco permitían ver con detalle lo que había horrorizado a
la ama de Llaves.
Víctor fue el primero en
adentrarse en la sala y vio con espanto, un reguero de sangre que se
concentraba sobre la tabla del escritorio, goteaba abundantemente por los
lados, mostraba grandes gotas en la cama que estaba revuelta y los cortinados
como también en el suelo.
Se tapó la boca y cerrando los
ojos para negar la visión salió abrumado y a los tropezones.
En la puerta y abrazadas,
Mariángeles gritaba sollozando con María Clara.
Sus explosiones de llanto y
convulsiones aportaban al espectáculo un marco de horror familiar único y
trágico como pocos.
Annabela pronta ayudó a su
marido a levantarse para acudir a la escena. Ni bien llegaron, ella se desmayó
dejando al Viejo tambaleando como una peonza en medio de las lloronas, el
cuerpo a medio incorporar de Ramona y los vómitos de Víctor.
En cuanto pudo afirmarse al
marco de la puerta, Don José apuntó su fina nariz al cuarto y dijo:
-
¡La gran puta, tenía razón que olía a muerte!-
-
Permíteme ver a mí antes, José. No querría que te
pongas mal por ver esto.- Rainno y Calzadas se ofreció solidario a ser un
intermediario del supuesto dolor y horror familiar.
-
Sí, ve y dime que pasó amigo.-
Ernesto Rainno y Calzadas
tapándose la boca y nariz se acercó al escritorio y dio una vuelta por el
costado de la cama, luego levantó una sábana ensangrentada que ocultaba un
bulto y con un gesto de repulsión la dejó en su lugar de inmediato. De camino a
la puerta y bajo la expectante mirada del Viejo que deseaba saber de las
noticias, Rainno se descolgó con un vómito tremendo que manchó aún más el
escenario, provocando que la escena caótica aumentara.
Se puso frente al Viejo y
limpiándose con un pañuelo los restos de su desgracia le dijo:
-
José, no hay nada que ver, es todo sangre y vísceras…- su cabeza bajó en señal de
condolencia total.-
El Patriarca le miró, luego
volvió la mirada al resto con sus patéticos y teatrales gestos; volvió a mirar
a Ernesto, le palmeó el hombro y entró a la habitación.
Caminó entre los muebles
desordenados, pisó parte de las inmundicias de Ernesto y Víctor, con la punta
del pie removió la sangre en el suelo y por último de un puntapié retiró la
sábana con sangre.
Apoyado en su bastón de
empuñadura de oro y marfil se inclinó y con sus finos dedos que se parecen a
ramitas de sarmientos recién cortados en la vendimia, tomó un trozo de piel.
-
¡Hijo de puta! Ya decía que había olor a muerte.
¡Cabrón!- el anciano se dio vuelta y todos estaban con las manos en la boca y
los ojos desorbitados, espantados por lo que mostraría.- el muy cabrón mató al
gato y dejó la familia. ¡El muy hijo de putas hizo lo que le dije! Sacrificó su
ideal. Mató a Bastiat, ese puto gato.- gritó levantando los restos de lo que
fuera la cola del gato.
oo-o-oo
Frédéric Bastiat (1801-1850).
Bastiat fue uno de los padres del liberalismo profundo. Autor de la obra
maestra La Ley, demostró cómo un ordenamiento jurídico justo es esencial para
una sociedad libre. Su clarividencia económica le llevó a rechazar los clichés
de la época para proclamar el interés propio (el ánimo de lucro) como el motor
del progreso colectivo: “(…) resulta indudable que el interés propio es el
resorte principal de la naturaleza humana (…)”. Es claramente un precursor de
la escuela de pensamiento basada en la acción humana.
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Recuerda: cada vez que no comentas una de mis notas, Dios se ve obligado a matar un gatito. Campaña contra el maltrato animal.