El Corrector, Inquisidor del siglo XXI
Nací a
la mitad de los ’50, cuando aún había tranvías en Rosario. El Papa era Pio XII
del que no tengo nada que decir pues mi paso por el catolicismo fue tan rápido
que el agua bendita no llegó a mojarme la coronilla ni vestirme de blanco
satén. La música estaba dividida entre la “blanca” y conformista, con la “negra”
conformista también, pero con sus bemoles apuntando hacia los problemas de
discriminación. Por esas latitudes, los Estados Unidos eran la Meca de todo
argentino que quería decir que conocía mundo, y Europa era la tierra de los
abuelos.
Intentábamos
parecernos a los llamados “yankees” adoptando modas como los supermarkets, los
coches con siluetas aerodinámicas y alitas a los costados, veíamos películas del
oeste con indios malos y cowboys buenos, o con policías astutos y bondadosos
contra ladrones y pillos con gorra de costado y pose de… de ladrón.
Perón estaba
prohibido y el pueblo trabajador huérfano de su padre todopoderoso. Frondizi hacía
negocios con el petróleo porque las arcas se habían vaciado en manos del
proletariado hambriento de asistencialismo estatal.
Argentina
tenía puesto el vestido sin estrenar de potencia mundial, pero eso solo se lo
creían los mismos argentinos.
Quinquela
Martín vivía en el puerto bonaerense y la carbonería de su padre estaba todavía
vendiendo su producto entre los porteños.
Crecí en
ese entorno externo, por más que mis padres intentaban hacerlo en uno que me
diese sentido crítico y artístico, lo que suponía estar más europeizado que de
parte de los del norte.
El primer
televisor en mi casa natal llegó por una circunstancia extraña, no estaba en
los planes económicos de la familia, pero ante unas fallidas vacaciones
veraniegas que no cuajaron, el dinero de ello fue a parar a uno de estos
aparatos (de marca Zenith, lo mejor que había), una nevera y una cocina nueva. Cuando
hago cuentas, comprendo que íbamos a pasar unas vacaciones muy holgadas.
Curioso
por genética e imposición de mis progenitores, la electricidad era mi favorita
junto a la meditación impulsada por la ciencia ficción, por lo que todo lo que
se moviese por esa energía tenía obligatoriamente que pasar por mis manos,
averiguando cuanto pudiese de sus funciones y circuitos.
Así fue
que el televisor tuvo su primer servicio de reparación a escasos tres meses de
comprado.
Con los
años intenté estar dentro de mis posibilidades, al tanto de cuanto se lanzaba
al mercado sobre artilugios eléctricos y luego electrónicos.
En los
’70 fueron las primeras mini-cámaras fotográficas las que cayeron en mis manos.
También el reproductor de cinta o walkman, etc. En los ’90 llegaron los
teléfonos móviles y allí fui a comprar uno que luego le llamamos “ladrillo” por
lo tosco y pesado que era. Ya había un ordenador en un lugar preferencial e
internet comenzaba a formar parte de nuestras vidas.
La política
era otra, Perón, el eje de toda polémica era ya un recuerdo pero quedaban sus
herederos que harían en su nombre, el mayor de los desastres que un país en
estos tiempos puede soportar.
La música
había pasado por la época de Woodstock y la flower power de los ’70, la música
disco de los ’80 y estábamos finalizando el siglo con la MTV como referencia de
los gustos populares. Algunos grandes se habían ido como Lennon o Freddy
Mercury y el inminente siglo que llegaría se llevaría a otros tan grandes como
ellos.
La tecnología
hacía sus primero pasos en serio de adueñarse de nuestras existencias y solo la
ciencia ficción había dado un paisaje bastardo de lo que sería. Sin prisas pero
sin pausas, comenzábamos a dejar en manos de ella, decisiones que antes tomábamos
en base de la experiencia y el conocimiento adquirido.
La entrada
en la Era de la Comunicación nos pilló desprevenidos y dejamos de un día al
otro, de preocuparnos por los medios y solo mirar los resultados.
Las calculadoras
científicas y avanzadas cedieron su lugar a los mini ordenadores y a los
portátiles, esto a su vez van dando sitio a los complejos híbridos entre
teléfono, ordenador, impresora, tablas de rendimiento físico, controles del organismo,
calendarios, agendas, etc.
De pronto
la consulta con el médico es programada por sistemas informáticos, junto a la
toma de presión, las pulsaciones cardíacas, la cantidad de azúcar en sangre o
la urea en los riñones; el colesterol lo evaluamos desde la muñeca donde hay un
smartwacht que nos conecta con el teléfono, el ordenador en nuestra casa y se
puede ver resultados o hacer una conferencia, usando el Smart tv, así todos
reunidos en la sala de tu casa pueden saber si has evacuado correctamente o si
necesitas un suplemento de fibras.
La nevera
te avisa si su puerta está abierta demasiado tiempo o si tus yogures han
caducado; la domótica abre o cierra tus cortinas de acuerdo al ahorro de energía,
te limpia el suelo con un robot que sale disparado cuando se cae una miga
debajo de la mesa, la veterinaria te envía un sms para decirte que ya es hora
de cortar el pelo al chucho, el smartwacht te dice que no queda tinta en la
impresora hogareña y Amazon te provee lo que necesites en menos de 24 horas con
solo hacer un clic en su página.
Tu vida
debería ser relajada con todas las tareas que hemos dejado bajo la
responsabilidad de los sistemas informáticos. Puedes comprar un cómodo sillón
(por internet por supuesto), colocarlo en la sala frente a tu Smart tv y desde
allí observar como la vida se desarrolla.
El trabajo
cada vez más descentralizado, lo puedes llegar a llevar desde tu propia casa.
El móvil
es una extensión de tu cuerpo y se ha hecho imprescindible para que vivas de un
modo (supuestamente) normal y por sobre todo, conectado. Porque esa es la
premisa de hoy, estar conectado, para ello vivimos en la Era de la
Comunicación.
Y en
este artefacto prolongación de nuestros ojos y dedos, ha desarrollado un
sistema aparentemente inofensivo, que nos comienza a tomar las riendas de lo
que pensamos.
Este sistema
es el Corrector. Inicialmente fue para que pudiésemos corregir fácilmente los
errores ortográficos, indicándonos cuando poníamos una Ve en lugar de la otra
Be, o cuando nos olvidábamos de colocar un acento.
Luego fue
un poco más allá y corrigió la gramática. Ese paso fue fundamental, porque nos
empezó a dar opciones de palabras que mejor concordaban con la frase que
escribíamos.
Llegados
al hoy, el Corrector piensa por nosotros cuando ponemos “arr” y él
auto-completa “arriba”; si tecleamos “voy a…” ya nos da tres posibilidades como
“ir, comer, andar” y nosotros, ingenuamente elegimos la que va con la idea que
tenemos, pero al elegir “comer”, seguidamente pondrá “por, para porque” y
nuestra idea inicial se va transformando en lo que él quiere o nos da por
alternativa.
En muchas
ocasiones he comenzado una conversación con alguien por Wassap, por ejemplo y
veo con asombro que parte de esa comunicación se la debo al Corrector.
Una cita
que quería desplazar ya tenía preparada la respuesta con un: “estoy conduciendo”,
cosa que no era cierto pero que venía como anillo al dedo para excusarme y tal
vez no se me hubiese ocurrido esa mentirijilla.
De modo
primitivo aun, el vivir diario está fuera de nuestros controles y decisiones. Por
más que sean pequeñas resoluciones, pero inciden en la libertad que nos
empeñamos en sostener.
La política
actual se mueve más por Twitter que por los portavoces; el márquetin social por
medio de los canales de comunicación es más efectivos que los carteles y
pegatinas que se usaban en los ’80 o ’90. Y si siempre hubo algo de espectáculo
en los actos políticos, hoy ya son un show con todas las luces.
La música
está en todas partes, hasta las que pensábamos que no llegaría. Grandes con
Bowie, Prince o George Michael han seguido el camino de Lennon y Elvis. Las modas
no llegan a un verano, e incluso a una semana cálida.
Hay poblaciones
en que la electricidad no llega, hablo de África como ejemplo, pero los móviles
están entre sus habitantes y para la provisión de carga de estos, han puesto un
servicio que consiste en un grupo de motos que van de pueblo en pueblo, con un
generador portátil les ofrecer cargar sus baterías. Se paga un extra por la
comunicación mientras no se tienen las necesidades básicas cubiertas. Uno de los
principales usos es el político; por medio de la comunicación inmediata los
diferentes grupos políticos que están en pugna constante por el poder,
mantienen a los poblados enlazados por los móviles y así consiguen que determinadas
acciones se hagan en conjunto, y que casi nunca son estas pacíficas.
No sé
cómo actuará allí el Corrector, pero si aquí nos está ahorrando pensar en la
siguiente palabra, imagino que allá será igual de efectivo y que será un arma
de manipulación eficiente en las manos de los que buscan el sometimiento del
pueblo.
La duda
me acosa, ¿cuál será el próximo paso que dé el Corrector? Supongo que de
inmediato será guardar mis frases predilectas o previsibles y darlas como
opción de acuerdo al tema tratado y a la persona con la que me comunique.
Sería algo
así: si me comunico con mi mujer y el tema pasa por la compra, el corrector
sugerirá “¿Compro calabaza o calabacín? ¿Quieres que compre pan? ¿Hay cerveza
en la nevera?, pero si tecleo tabaco me puede ofrecer “¿Compro un cartón?” “¿Deseas
Camel o Marlboro?” “¿Prefieres tabaco para liar?”, lo que hace que con dos
teclas que oprima ya tendré la pregunta y ella por otro lado podrá decir “Solo
una cajetilla”, “Camel” y “No ya tengo” con una sola vez que oprima. Y esto
debido a que son las conversaciones con mayor frecuencia que puedo hacer.
Esto me
lleva a pensar que tanta comodidad a nuestro alcance provocará algunas
consecuencias como:
·
Seremos más fáciles de manipular.
·
Dejaremos de ser espontáneos en algunas circunstancias.
·
Seremos previsibles en mayor grado.
·
Nuestros diálogos serán cerrados por lo
estadísticamente frecuente.
·
Nuestra libertad estará acotada por seguir
caminos comunes y previstos.
No es
precisamente a la conclusión que quería arribar. Me parece funesto cualquier
intento de recortar derechos y libertades.
Sin embargo
el Corrector planea sobre nosotros como el próximo Inquisidor Torquemada. Y eso
no me agrada.
DCarlesML
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