La Muerte de los Escritores.
Pertenezco a la
generación de los brazos caídos.
Esa que no supo hacer
nada por detener los problemas que heredaron nuestros hijos, somos los Homer
Simpsons. Cada uno es un ejemplar clonado del monigote de piel amarilla, clavo
con tres pelos y mediocre a más no poder.
Quedado en el tiempo
que pudo ser pero no lo fue.
Que pudo llegar pero
que no llegó.
Cuatro desarrollaron
la tecnología que nuestros hijos asimilaron mucho más rápido que nosotros
pudimos y la transformaron sobre una base falsa, con cimientos que les dimos
que estaban más rellenos de basura que de hormigón del bueno.
Fue por ello que la
sociedad se dividió y la mediocridad creció de manera exorbitante, imparable,
se multiplicó y dominó gran parte del mundo.
Los mercados y los
especulativos de siempre aprovecharon esta masa estúpida e hicieron sus números
a gusto y medida. Los bancos se adueñaron de los mercados y a la vez de todo
cuanto andaba y se podía comerciar.
Nosotros seguimos con
los brazos caídos, inmersos en la anomia del mecanismo heredado de Charlie
Chaplin en Tiempos Modernos, seguimos industrializados sin querer cambiar por
cómodos y pensando que nunca nada nos llegaría, ni la misma muerte.
Trabajaba y me decía:
cuando llegue a la edad de jubilarme, haré lo que sueño, escribir y pintar mis
dos pasiones.
No me jubilé, una
enfermedad de mierda me adelantó el tiempo por una década y quise aprovechar
para cumplir al menos con ese sueño: escribir y pintar.
Pero la tecnología
había avanzado cundiendo entre la mediocridad que aumentaba al mismo ritmo que
se multiplican las malas noticias o las larvas de la mosca de la fruta. Consecuencias:
cualquiera pinta, cualquiera escribe.
Ya no vale el estilo,
cultivar la métrica, buscar la etimología exacta de la palabra, cuidar la
redundancia, pulir el detalle del paisaje, gastar horas repasando la
intencionalidad de una oración o visualizando el contenido de una exclamación
en su justo momento, nada tiene valor ya. Es importante escribir lo que sale
porque vale la espontaneidad, lo que se siente y lo que nace, que están por
encima de todo estudio y dedicación. Como dijera una novel escritora de un blog
que escribe su novela por capítulos on line, “no reparo ni repaso los errores
ortográficos porque es he comprobado que a medida que pierdo en nociones de
ortografía, gano en percepciones….”
Increíble definición
que dará como resultante que dentro de un par de décadas nadie lea a un
escritor letrado y versado en el tema, porque estará todo bastardeado por la
mediocridad ambulante, andante y ondulante en las redes sociales, en la gran
globalización de meter todos los gatos en la misma bolsa y decir: ¡¡¡Señores
este es el mundo!!!, ¡¡¡Señores aquí está la cultura global, tome lo que quiera
hay de sobra, todos son iguales y la horizontabilidad ha llegado para beneficio
de la raza humana al fin!!!
Lo burdo, lo chabacano,
lo vulgar y hasta ofensivo será bienvenido, enaltecido, vitoreado, ensalzado, honoríficamente
laureado por las multitudes.
Allá quedarán los
nombres de los verdaderos maestros, como quedaron los músicos solo para
referencias aburridas en las clases de historia, como van quedando los grandes
pensadores de la historia que hicieron la filosofía, no hace más que
veinticuatro horas escuchaba a un joven decir que no soportaba las palabras de
Platón o los pensamientos de Sócrates porque delineaban una sociedad antigua y
él quería que le hablaran de la sociedad actual…..quise preguntarle que hubiese
sido esta actual situación sin ellos, los que pensaron antes y me dijo que no
importaba porque lo que era significativo pasaba por el hoy y no por el pasado….Absurdo.
Pero esa es la base
mediocre que hemos puesto los de los brazos caídos que en lugar de hormigón
dejamos basura como cimientos. Por vagos, por acomodaticios, por estar de
acuerdo con las leyes de menor esfuerzo, por no querer cometeré “errores” de
nuestros antecesores y educar con determinadas normas que llamamos estrictas y
en lugar de esgrimir el dedo en alto bajamos los brazos, nos pasamos siete
pueblos, como dice el dicho popular.
¿Y ahora qué?
¿Qué hacemos para
remediar algo? Nada por supuesto, la cagada está hecha, el error cometido y la
polución es mucha, imparable. No puedes matar a los mediocres, no puedes
reeducarles, no puedes censurarles porque es nuestra la culpa, no puedes hacer
que no están, no puedes encerrarles en un corral y confinarles, son demasiados,
más del 66% de la población si se me permite dar una cifra apocalíptica.
Mi sueño está roto.
Mi decepción es
terrible; me ha quietado de un plumazo las ganas de escribir y de pintar.
Me hunde la miasma circundante.
Me agobia el hedor que
despide la masa ignorante de la que soy responsable.
Me pesa sobre las
espaldas la responsabilidad de haber permitido que sucediese.
Vivimos un Fahrenheit
451 a la inversa, no es un gobierno totalitario el que quema los libros, es una
sociedad que destruye a sus escritores por medio de la miasma mediocre porque
piensa que así son más felices, son iguales entre sí sin reconocer el genio ni
diferenciar la excelencia.
Ray Bradbury, lo has
escrito a la inversa hijo!!!!!! Salió el tiro por la culata y allí estábamos
todos nosotros en fila india. En fin.
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