Excusatio non petita, accusatio manifesta.
Mantener un blog
activo y más si este es de quién dice ser escritor, no debería ser un gran
problema, por el contrario diríamos que tendría que ser el que marcara el ritmo
en cuanto a publicaciones.
Pero parece ser que no
es el caso de Mi Blog. Hace ya casi tres meses que no posteo ni una palabra y
esto merece una aclaración. Porque prejuzgar siempre trae como consecuencias
que en la mayoría de los casos (casi aventuraría decir que en más del noventa
por cien) se yerra en el resultado.
Mi salud no es
estable, diversas complicaciones han hecho que mis herramientas más caras, mis
manos, sufrieran percances que aun están en la fase de recuperación. Un par de
operaciones en ambos brazos para reacomodar los tendones a la altura de la
articulación del codo y una afección llamada Dupuytren en la mano izquierda que
imposibilita el ochenta por cien de los movimientos habituales.
Estas son las razones
mecánicas de mi ausencia del Blog.
Sin embargo como dice
la frase en latín: Excusatio non petita, accusatio manifesta (excusa no pedida,
acusación manifiesta). Esta alocución es de la época del Medioevo y se refiere
que cuando nos excusamos sin que tal haya sido solicitado, en realidad nos
acusamos de la falta cometida.
Tal vez, con esta “excusatio
non petita” esté dando pie a reconocer mi falta y no haber buscado con mayor
esfuerzo una solución para paliar la ausencia tan larga. Y me pregunto, ¿cuántas
veces nos excusamos sin que nos hayan pedido explicación y damos por zanjado un
supuesto problema, que en realidad ha nacido en nuestro ego; y al que realmente
satisfacemos es a este último?
Son estas pequeñas
cosas las que hacen que el ego vaya cobrando vida propia y abarque espacios que
nosotros mismos vamos dejando vacíos a propósito, casi como invitándole a que
tome posesión de ellos. Luego viene el arrepentimiento y ya es tarde, el Ego
nos domina, nos lleva de las narices, avasallando vidas y pareceres.
No era en vano que en
el friso de la entrada del Templo, en la época de los grandes pensadores,
hubiese una frase que les recordase a cada uno que allí entrase, una máxima de
vida: “Nosce te ipsum”, (conócete a ti mismo).
La introspección
permanente, la vigilia de nuestros pasos sobre la fina y frágil capa de hielo
que es nuestra personalidad, es necesaria para que no nos hundamos en mares
oscuros y profundos donde el Ego, el Miedo y el Dolor son los capitanes de
nuestra nao.
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