LA PARÁBOLA DEL BUEN PASTOR Y SU INCIDENCIA EN LA EDUCACIÓN ACTUAL
Cuentan las Escrituras
Cristianas Occidentales que su Maestro les relata una enseñanza por medio de
una parábola diciéndoles que un buen Pastor es aquel que sabiendo que una de
sus ovejas se ha perdido en el desierto, deja en el Redil a buen recaudo las
noventa y nueve y va en busca de la número cien, para que regrese al lugar
donde estará cuidada, protegida y bajo la guía segura de quién ha sido llamado
para salvarlas de los malos “lobos” que abundan en el mundo.
Ahora bien, desde que nacemos
estamos bajo la educación forzada de lo que marca la sociedad donde nos ha
tocado estar, en este caso que intento analizar es el Occidente Cristiano.
En ella nos arropan paradigmas
(definición: ejemplo o modelo de algo, sentencia que se aplica como disciplina
a seguir ante un evento reiterado) que son incorporadas en nuestro joven
cerebro para que estemos protegidos, algo así como el Redil de la Sociedad, la
Zona de Confort ofrecida para que sus “ovejas” se alimenten, crezcan, se
reproduzcan, produzcan en un sistema cerrado, obedeciendo una serie de reglas de
supuesta libertad entre paredes que les impedirían la entrada a los “lobos
malos” que les dañarían.
Cada vez que una “oveja” se
pierde o escapa del Redil Social, se produce un alerta que hace que la Sociedad
la busque para “reinsertarla” y revolverla al lugar elegido como de mejor
seguridad; las normas morales, la historia unilateral, la religión inventada,
las letanías repetitivas, la educación adocenada, las modas establecidas por
las corporaciones, la dosificación de información científica, el gobierno sometiendo
por medio del miedo, los pre conceptos étnicos diferenciales junto a las disimilitudes de capacidades físicas y las manipulaciones de los egos en sus
rencores u odios para situar extremismos que enfrenten posiciones, todo esto
hace que el niño de siete u ocho años cuando sale de su entorno familiar y
comienza a convivir con el mundo deba aceptar sin más y crea que esto es
normal, admisible, correcto. Salir de ello es como consideraban los marineros
de los siglos primeros, que si seguían más allá del horizonte irremediablemente
se caerían del mundo.
La curiosidad, esa maravillosa
herramienta con que nacemos es castrada en el Redil para que no se le abandone
jamás, porque el mundo es plano.
Si observamos despojados de
todo pre concepto que no ponga una venda en los ojos mentales, la educación de
hoy, veremos que no hay trazas de incentivar el desarrollo de esta herramienta
evolutiva; por el contrario, es cercenada por el bien de no desatacar fuera de
un ámbito prefijado, pues si así fuese tendríamos un grave problema de disolución
de las normas que mantienen el sistema.
Me diréis que esto no es así,
ya que los Premios Nobeles por ejemplo, son personas que investigan y salen de
lo prefijado; pues no desgraciadamente, ellos también están dentro de lo que el
Redil ha puesto como posible y como dice en algún párrafo bíblico: “creceréis
de gracia en gracia”, nada de hacerlo todos como os vayáis desarrollando por
vuestra cuenta, nada de eso, nada de libertades individuales. La curiosidad
debe estar acotada a los Malditos Protocolos preestablecidos, de lo contrario
no será válido. Y si no es así os desafío a presentéis un proyecto innovador en
solitario ante cualquier organismo y proponedlo para que se ponga en marcha, de
inmediato os dirán que debe superar pruebas de sostenibilidad económica,
ambientales, protocolares, etc, todas trabas para que no se destaque ni se
evolucione.
Debemos ser “ovejas” que
pastan obedientemente en los lugares santos pre-establecidos para que seamos
productivos a los fines de unos pocos, los que incluso me atrevo a decir que
tampoco desarrollan la curiosidad, que son temerosos de la evolución
individual, ya por perder el poder que tienen, ya por llegar a tener que
cambiar.
Y allí, en el hecho de
efectuar un cambio, radica uno de los mayores obstáculos que hoy enfrenta la
humanidad. De por sí el ser humano es absolutamente reacio a cambiar, tanto sea
de sitio de hábitat, como de trabajo, de familia, de hábitos, de todo aquello
que le cree inseguridad. Y esto viene por la programación con la que crecemos;
es bueno que tengamos un trabajo estable… entrar en una empresa y jubilarnos en
ella para que cada mes recibamos un sueldo y estemos tranquilos, esa es la gran
mentira que nos han enseñado.
Cuando éramos cazadores y
recolectores no necesitábamos de esa Maldita Zona de Confort; recorríamos
millas y millas en busca del alimento asentándonos hoy aquí y mañana allá,
procurando no cazar ni recolectar más de lo que íbamos a consumir. Y no
pensemos que éramos ignorantes, ni perezosos, por el contrario evolucionábamos,
construíamos herramientas, armas para la caza, investigábamos sobre hierbas
comestibles y medicinales, estábamos detrás de conocimientos avanzados y
teníamos un sistema social donde la pertenencia y la propiedad era compartida,
donde la competencia no estaba por encima de la colaboración, sino al
contrario.
La curiosidad era común y aceptada
como una herramienta necesaria, vivíamos asombrados para poder sacar el mayor
provecho de lo que la naturaleza nos brindaba.
Y es que no estaba la Parábola
del Buen Pastor en nuestra enseñanza, no teníamos incorporada la idea del
Hermano Mayor que todo lo ve y que nos cuida en un Redil si obedecemos “sus
reglas” y no las nuestras, las que salen de nuestras propias experiencias y
asombros.
Les propongo que hagan un
pequeño experimento, piensen en su día, la jornada común que tienen de modo
normal; y les haré algunas preguntas:
¿Qué es lo que han visto ese
día de nuevo?
¿Observaron la sombra que
produce el sol al entrar por la ventana contra un jarrón o algo puesto sobre
una estantería, o una mesa? ¿Se dieron cuenta de los matices que se forman a su
alrededor?
¿Miraron un árbol de las
aceras que todos los días transitan? Mirándolo detenidamente como para poder
describirlo en detalle.
¿Se dieron cuenta que alguna
fachada de los edificios que están en su recorrido diario ha sido cambiada,
pintada, modificada?
¿Saben si hay pájaros en las
azoteas que cantan por las mañanas? O en las terrazas o balcones.
¿Se dieron cuenta por donde
sale el sol en cada estación? ¿Pueden decir con claridad donde sale hoy?
Todas y más cosas ocurren a
nuestro alrededor y no nos damos cuenta, simplemente pasamos de ellas, sin
embargo si tuviésemos la curiosidad alerta descubriríamos cada modificación,
cada detalle, cada maravillosa muestra de belleza que nos ofrecen los elementos
a nuestro paso.
Eso hace que uno tenga la
mente dispuesta a crear y evolucionar.
El que crea no se ajusta a las
reglas, las rompe para ver qué hay detrás de lo admitido.
Cada individuo es un creador y
no en potencia, sino potenciado que es muy distinto.
Pero dentro del Redil, crear
sin límites está prohibido; por ejemplo, como hombre debo llevar pantalones,
pero sé que si me visto con una falda estaré muy fresco y cómodo en mi
escritorio escribiendo; pero las reglas del Redil dicen que si uso falda soy un
travestido…
Otro ejemplo, deseo que mi
hijo tenga libertad en su enseñanza y acceda a un aprendizaje sin profesores ni
aulas que le adocenan, donde se pierde el individualismo, por lo que decido no
escolarizarlo e impartirle una enseñanza personal; eso es un delito para la
sociedad, para el Redil, pues no será como los demás…
Un último ejemplo, he nacido
en un país determinado, pero por alguna circunstancia vivo en otro lugar donde
me siento totalmente aceptado y empatizado con sus raíces, historia, metas,
moral y demás; deseo dejar la ciudadanía que poseo de donde nací y adoptar una
nueva, la que corresponde a mi gusto, donde me siento aceptado; pues eso no es
posible porque las reglas del país de donde provengo no me lo permite, por lo
que sigo siendo parte de algo que no quiero, que aborrezco, que reniego. El
Redil no me deja ser libre…
En esta situación de prisión
aceptada en la que vivimos, unos pocos se animan a denunciar y criticar; abren
sus alas y elevan un vuelo importándoles un pepino las reglas del Redil y hacen
a su aire su vida; sin embargo eso acarrea la soledad y la tristeza del que
elige la senda contraria.
Y en nuestros corazones
albergamos el deseo que fuésemos todos los que volásemos fuera del Redil, que
todos nos perdiésemos nuevamente para descubrir el maravilloso mundo que hay
detrás de los muros de la sociedad.
Que el Pastor deje de
cuidarnos tanto y se convierta en uno más.
Y que cada día nos asombremos,
que sea una sorpresa despertarnos.
Como decía una placa que mi
madre me hacía leer cada semana: “Cada día es una vida en miniatura, vive
asombrado”
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