Breve nota sobre los Comentarios.



Cada vez que leo algún escrito, sea este del tenor que sea, no importando en gran medida quién es el autor; dentro de mí se pone en movimiento un mecanismo automático.
No sé si a vosotros os pasará lo mismo, pero me ocurre tanto sea si estoy en una posición innombrable, leyendo la remanida leyenda de las indicaciones del suavizante de cabellos o si me he enfrascado en la nota más opípara de literatura que podáis imaginar en el periódico del domingo, repantigado en el sofá con el gato en los pies y la pipa en la mano.


Sea cuál sea el paisaje, o cuál el lugar, no importando el lenguaje ni el contenido literario, lo que ingresa por mis ojos para alojarse en el cerebro mueve de inmediato el mecanismo de respuesta. Ese sutil e incómodo escozor que me indica que debo responder ya con una crítica, con un agregado, un “lo sabía”, o un “¡mira tú!, aunque también con una respuesta mucho más larga donde me explaye en la crítica o en las alabanzas de lo que he incorporado como conocimiento.
Otras veces no es más que una onomatopeya, un ¡Oh!, o un ¡Ah!, quizás un “mmmm”  pero siempre hay un retorno explicitado de alguna manera en mí interior; y en numerosas ocasiones no tengo la posibilidad de hacer llegar estas expresiones a quién es el autor del escrito.

Me he puesto a imaginar qué pensaría quién redactó las especificaciones del suavizante de cabellos si llegase a saber que un tío desde la taza del inodoro le hace llegar un: ¡Lo sabía!, cuando este pone que se debe aclarar una vez masajeado con abundante agua.
Claro que no sería el caso más práctico; pero sí para el autor de la nota de literatura del periódico del domingo, que gastó sus últimas neuronas en escribir una nota apetecible a los que usan sofá, pantuflas, gato y pipa para leerle, si recibe un comentario como  por ejemplo: “Muy buena nota, pero sería muy interesante que se dedicara a redactar recetas de cocina que me parece que le son más cercanas a su estilo literario”; sin dudas le será de gran utilidad para orientar su estilo, sus investigaciones, su manera de abordar un tema, etc.
Es por ello que es tan importante un comentario por parte de quienes leemos un escrito; porque por un lado le damos un motivo al mecanismo de respuesta que nuestro cerebro reserva para estos casos y que pone en funcionamiento expresamente; y por el otro, porque ayudamos al escribiente o redactor a cultivar su arte y no sentirse perdido en las neblinas del viejo Londres a medianoche, sin paraguas, sin sofá, sin gato ni pipa.
Este usted en el sofá o en un lugar innombrable, gracias por dejar su comentario.

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