Crónica de un simple y común arrebato.
Juana,
Susana y Cristina, víctimas de un arrebato.
Arrebato
según la definición que se puede encontrar es el furor que aparece como fruto
de la intensidad, que da la pasión cuando esta pasa a ser ira. Es un proceso
que comienza en una emoción que está fuera de control, ante un estímulo externo
de cualquier índole. Por lo tanto podemos definir una línea o camino que hace
un hecho exaltado hasta que finaliza en el estallido de furia desmedida. Es
común en ciertas personas que los “diques de contención” que tienen las
diferentes etapas, se rompan y dejen que se desborden hasta la cólera y la
agresión física a quién tienen delante.
Juana.
19:59:00
Hs. Por televisión transmiten un partido de fútbol entre dos equipos
históricamente rivales. La pareja está frente al televisor y faltan tan solo un
minuto para que el encuentro finalice; el equipo del que él es más que
simpatizante pierde por un gol, la tensión de esos sesenta segundos es máxima y
su estado ha pasado del nerviosismo al enojo por que no se logra ni siquiera el
empate que daría una oportunidad de revancha en el campo contrario.
19:59:30
Hs. El mejor jugador del equipo contrario da un giro sobre sí mismo encarando
al portero y hace un gol que pone en un resultado imposible de revertir por
parte del otro equipo. Él hace más de diez minutos que se ha puesto de pie y
muestra sus puños contra la pantalla del aparato.
19:59:35
Hs. El relator del partido grita el gol. Él se lleva las manos a la cabeza. Ella
grita gol sin darse cuenta que es contra el resultado esperado.
19:59:37
Hs. Él gira su cuerpo 180º y con su mano derecha le da una cachetada a ella que
la hace trastabillar y caer finalmente al suelo, casi en estado inconsciente.
Ella llora por el dolor, el aturdimiento y la humillación que acaba de sufrir.
- ¡Cómo
que gol! ¡Cómo que gol! ¿No te das cuenta que estos gilipollas han perdido?...
¿te ríes de mí? ¿te ríes de mí? Hija de puta, me has calentado, te lo mereces y
no te pego más porque irás a la calle a gritar. ¡Hija de puta!
Da
unos pasos hacia la puerta y se detiene.
- ¡Puta
de mierda! La próxima vez te mato si haces algo igual, ¡te mato!
Toma
la chaqueta y sale dando un portazo que hace que las paredes tiemblen.
Ella
queda en el suelo tomándose la cara que muestra ya una impresión enrojecida
donde el cachetazo se estampó. No comprende aun que ocurrió, si solo dijo gol
por una reacción automática, si no fue para tanto el hecho, solo gritó gol. Por
su mente aturdida pasan ciento de palabras que intentan dar una razón a lo que
ha sucedido, pero ninguna le alcanza y su llanto se convierte en un sollozo que
trata de apagar por si él regresa. Tras unos minutos se levanta y se mira en el
espejo del armario de la sala, la sangre va formando un coágulo que pasa del
rojo al violeta y el hinchazón se hace notorio; mañana no podrá ir a trabajar
en la tienda de ropa donde está contratada hace solo un mes. Una inasistencia a
tan poco tiempo de haberla tomado en un puesto muy solicitado, le puede hacer
perder el único ingreso que tienen en su hogar.
Piensa
en los pocos maquillajes que le han ido quedando, tal vez alguno le cubra lo
suficiente como para que no se vea el moretón. Va a la nevera y saca varios
trozos de hielo que aplica sobre su rostro, envueltos en un trapo de cocina,
mientras irá a buscar los cosméticos y probar si cubren la agresión.
Él
regresa con la cabeza gacha y al acercarse a ella, la abraza y le pide perdón.
- Juana
no lo quise hacer, no. No te quería pegar tan fuerte, pero comprende… gritaste
el gol que nos saca de la copa, nos cagaron con el árbitro de mierda y vendido,
nos cagaron y se nos acabó la fiesta, ¿comprendes? ¿Sí, no es cierto, sí?
Ella
no responde, mantiene la improvisada compresa de hielo sobre su mejilla con los
ojos enrojecidos y la mirada al suelo. No puede perdonarle, pero le ama, siente
por él todo eso que siempre ansió, su protección, su amparo, el motivo para
seguir viviendo, la alegría del amor que se encuentra pasando los casi
cincuenta años de desengaños y frustraciones.
- Juana,
yo te quiero, perdóname, ¿sí? No lo quise hacer. Es que se me escapa la mano
cuando veo tanta injusticia.
En el
televisor la programación ha cambiado y comienza el noticiero con la terrible
noticia de la muerte de 146 inmigrantes que iban en una “patera” desde la costa
de Argelia a las aguas de España. Entre los muertos hay 64 niños que no superan
los cinco años de edad, pequeñas víctimas de un conflicto interminable.
Él
mira la pantalla.
- ¡ah!
¡Negros de mierda, porque no se quedan en su tierra que vienen aquí a quitarnos
el poco trabajo que hay!
La
mira y quiere acariciarla, pero ella rechaza su afecto, se deshace del abrazo y
se sienta desconsolada llorando en el sofá. Ese no es el hombre del que se
enamoró, el que le llevaba rosas en cada cita, el que le regaló una caja de
bombones para su santo con una poesía, que decía que la había escrito él en esa
noche anterior; él que ponía tanto cuidado en los primeros días de la relación,
él que le dejaba notitas en la nevera o debajo de los cojines para que ella se
sorprendiera.
¿Qué
había cambiado? ¿Por qué ahora es tan violento?
Susana.
Miércoles
22:15:00 Hs. Le ha preparado la cena con lo último que queda en la alacena,
pero ella piensa que no importa, que al día siguiente pedirá un adelanto de
dinero en el trabajo y sabe que no se lo negarán; es muy buena trabajadora,
cumplidora, rápida en sus tareas, eficiente con las cuentas, honrada, atenta
con los clientes; no, no se lo negarán.
- ¿No
hay vino para estos fideos?
Él
pregunta con cierto descontento. Ella le dice que no hay hoy, pero que mañana
le compra del que a él le gusta, que se han quedado sin dinero pero que pedirá
un adelanto a su jefe.
- ¡Sí
claro! Como te lo van a negar, si el tío ese anda detrás de ti como un perro
caliente. Mejor que no sepa que te dice algo más porque te doy una paliza que
no vas a olvidar con quién te casaste.
Arrebato
de celos.
Ella
se puso roja de indignación, al fin su jefe solo había sido amable ese día que
se ofreció a acercarla a su casa cuando se largó esa tormenta terrible, y
estaba sin posibilidades de regresar por el corte de varias calles.
Cuando
se casaron él le dijo que era tolerante, bueno y que la violencia no iba con
él, que solo era algo impulsivo y sí le provocaban.
- ¿Solo
fideos hay para cenar? ¿Busco trabajo todo el día para comer esto?
Le
explicó que no había mucho más y que ella comería un bocata de queso solamente.
Eso hizo que el enojo que llevaba se transformara en ira.
- ¡Y
además me pones cara de lástima! ¡Los fideos de mierda te los comes tú!
El
plato de comida se estrelló a escasos centímetros de su rostro y una de las
esquirlas de la loza le hizo una herida que comenzó a sangrar profusamente.
Ella corrió al lavabo y se enjuagó mientras rompía en llanto.
- ¡Hala!
¡Ya tienes de que quejarte! Ahora vas a tu jefe y le dices que te lastimé… ¡corre!
¡ve rápido!... que yo no sepa, que no sepa…
Jueves
09:35:00. Ella llega al trabajo y la primera persona con que se cruza es su
jefe.
- ¡Mujer!
¿qué te ha pasado en la cara?
Ella
le dice que ha sido al estar lavando los platos, que se dio vuelta y una puerta
de la alacena estaba abierta y el filoso borde le hirió.
- Susana,
eso no ha sido un borde de una puerta.-le está mirando de cerca y se da cuenta
que es algo más.- si tienes problemas con tu marido no permitas que te pegue o
lastime, no sé qué habrá pasado pero si te ha levantado la mano, denúncialo que
aquí te apoyaremos en lo que necesites.- él sabe que no es la primera vez, ni
será la última que el marido se pone violento.-
Ella
le dice que no es nada. Que ya se le cicatriza y que solo será un par de días y
aprovechando la conversación le solicita el adelanto que tanto necesita.
- No hay
problemas Susana, pasa luego por la oficina y te doy el adelanto, pero sin
querer meterme en tus asuntos de matrimonio, recuerda lo que te he dicho, no
tardes en denunciarlo si hay malos tratos.
Jueves
21:10:00 Hs. Él ha llegado de buscar trabajo y la mira con curiosidad, no le ha
dado siquiera un beso al entrar.
- ¿Y?
¿Te dieron… o mejor dicho, ése te dio el adelanto?-
Ella
le dice que sí, que ya hizo la compra y que esta noche cenarán un bistec con
patatas y ensalada.
- Te
habrás tenido que arrastrar para que te lo diese… seguro que fue así. ¿Qué? ¿le
hiciste una mamada acaso?-
No
termina de decirlo cuando de improviso le asesta una cachetada en la misma
mejilla donde tiene el corte por la esquirla del plato. Ella rompe a llorar
tanto por la escena injustificada de celos, como por el dolor que le provoca la
herida ahora golpeada por su mano.
- No me
vengas con lágrimas, a mí no se me calma con una lágrimas… ¡a mí me dices la
verdad! ¿Qué te pidió a cambio? ¿Eh? ¿Qué te pidió? ¡Puta, qué!
Si se
va, no tiene dónde. Gracias a sus celos no tiene amigas que le cobijen; su madre
vive lejos y no puede ir a su casa, después de una discusión que tuvieron
debido al comportamiento de su marido, y que ella defendió para que no llegara
a más. Irse sola esa noche no tiene sentido. Llorando se va a la cama.
Todo
tuvo un comienzo en el que él tomó, como un galanteo de ella hacía a un viejo
conocido en una fiesta familiar; de ese momento no ha dejado de celarle con
cuanto hombre aparece en la escena. Fue un arrebato la reacción inicial y ahora
es una espiral violenta que no sabe cómo terminará. Teme por su integridad,
teme por sus amenazas, le teme cuando están juntos y por eso no reacciona.
Domingo
13.20:00 Hs. Comida familiar, el matrimonio, sus dos hijos varones de ocho y
diez años que dan cuenta de más de una década de convivencia. Cuando quedó
embarazada del más pequeño, él la acusó de haberlo hecho para retenerle. En
realidad fue él, el que no se cuidó y la dejó encinta sin que ella estuviese de
acuerdo; porque pensaba que si su mujer tenía varios hijos no tendría tiempo
para salir con sus amigas y serle infiel. Él se crio en una familia con un
fuerte ascendente patriarcal; lo que decía su padre era palabra santa y si no
se le hacía caso, rápida iba la mano para azotar un par de golpes donde
alcanzara. Su madre murió de un ataque al corazón, pero fue provocado después
que su padre le diese una paliza por haber comprado unos dulces a los niños, y
no haberle pedido permiso para el gasto extra. La violencia familiar fue el
ejemplo que le marcó su vida. El hombre de la casa era para respetarle y
obedecerle sin decir nada ni quejarse; cuando su padre demostraba su poder
sobre la familia, él sentía que así debería ser de grande, fuerte, poderoso,
enérgico e intolerante ante los “caprichos” de las mujeres. La ley del
patriarcado era la mejor manera de llevar una familia por el camino recto.
- A ver
mujer. tráeme el aceite de oliva, que sin eso no hay comida que se trague.-
Ella
fue solícita a llevar lo que le pedía. No le había conocido decir un por favor
ni dar las gracias, todo cuanto se hacía por él, era una obligación que se
tenía hacia su poder como jefe de familia. Los niños no abrían la boca más que
para comer y en silencio, luego ayudaban a retirar la mesa y se metían en sus
habitaciones. Las maestras de los niños le habían advertido a la madre, que les
encontraban muy distraídos y tristes, que los niños de sus edades eran
traviesos, alegres, activos, pero ellos demostraban que algún problema había en
la casa que les estaba afectando en sus caracteres y rendimiento escolar. Que
si ella sabía de qué se trataba y no hallaba una solución, que ellos podían
ayudarle en lo que fuese necesario, pero ella solo callaba y no respondía.
Al
terminar la comida, comenzó a levantar los platos y el marido la tomó de un
brazo con fuerza y le dijo susurrando:
- Ahora
te vas a la cama, te desvistes y me esperas, me tomo una copita y voy para
allá.-
Ella
bajo la mirada y no le contestó, sabía que estaba con la regla y que a él no le
gustaría, pero no se animó a decirle nada, solo terminó la tarea, le sirvió la
copa de licor y se fue a la habitación. Los niños ya estaban en la de ellos en
silencio.
Entró
con su aire de superioridad y machismo saliendo por cada poro de su piel; había
tomado más de una copa. Se sacó la camisa y solo se desabrochó la bragueta. Se
tumbó sobre ella y comenzó con su sesión sexual sin decir una sola palabra,
ella dejó hacer temerosa de la posible reacción.
Terminada
la relación, al ir a cerrar sus pantalones, notó que estaba ensangrentado.
- ¡Pero
si serás sucia! ¡Una sucia perra! ¿Cómo no me dijiste nada? ¿Qué pensabas? ¿Qué
no me daría cuenta? ¡Mira! ¡Mira cómo me has manchado con tu asquerosa regla!
Que si te tengo que dar una zurra para que aprendas.
Ella
intuyó lo que seguiría y se aferró a la almohada. Él se sacó el cinturón del
pantalón y le dio cuatro golpes que por suerte no le hicieron mucho daño,
porque interpuso la almohada y consiguió defenderse. Él se tambaleó por efecto
del alcohol y enfurecido la levantó del cuello y le propinó dos golpes con el
puño cerrado que le dejaron desmayada. Tras la puerta se escuchaban unos
llantos contenidos, eran los niños que sollozaban al escuchar los gritos del
padre.
- Y
ustedes maricones de mierda. Métanse en la cama hasta mañana y no les quiero ni
ver por aquí. Ya les voy a dar andar tras las puertas, escuchando lo que no
deben…
Se
cambió de ropa y se colocó la chaqueta. Salió de la casa dando un portazo.
Los
hijos corrieron a la habitación y encontraron a la madre que se estaba recuperando
del desvanecimiento; en su cuello delgado y blanco se veían las marcas de los
dedos que él dejara al aferrarla con todas sus fuerzas. Los niños se quedaron
abrazando a su madre y llorando con ella. El domingo atardecía con tristeza y
lágrimas.
Él
regresó pasada la medianoche; la casa estaba en un silencio sepulcral. Miró en
su habitación y la encontró vacía; fue a la de los niños y tampoco había nadie
allí. Llamó a los gritos y llevándose los muebles por delante por la embriaguez
que tenía. Al fin se dio cuenta que su mujer y sus hijos se habían marchado.
Se
derrumbó por primera vez, su hombría tallada a golpes por el ejemplar padre que
tuvo, era derribada por una débil mujer que decide por ella misa, y se va del
hogar, le abandona, se siente humillado en sus más profundos sentimientos,
traicionado por quién debería estar bajo su autoridad.
- ¡Puta
mujer! te has ido, pero no sabes lo que has despertado. Te voy a encontrar y te
arrastraré de los pelos y aprenderás que el que manda aquí soy yo. ¡Yo mando y
nadie me hace esto!
Ella
se refugió en la casa de una tía, la única que sabía los detalles de su amarga
vida, su confesora. Los tres, ella y sus hijos, como una gallina con sus pollos
bajo sus alas, acurrucados pasaron la noche.
Lunes
10:15:00 Hs. La puerta se estremece bajo los golpes que le da él. Ha llegado a
buscar lo que considera de su propiedad. Nadie responde.
Cansado
de aporrear la puerta e insultando se va calle abajo.
- Señora
Susana, ahora el oficial de turno le tomará la denuncia y luego podrán regresar
al hogar de su tía, un agente les acompañará por cualquier cosa que pudiese
ocurrir, en cuanto lleguen, les aconsejo que cierren las puertas y otra entrada
que tenga la casa y no le abran a nadie. Si este hombre es tan violento como
han dicho, es de esperar que reaccione mal ante el abandono que usted ha
hecho.-
Ella
asintió y esperó abrazando a sus hijos que le tomaran declaración de lo
sucedido.
Tras
un par de horas de trámites y esperas, regresaron a la casa.
No
bien entraron y habiendo cerrado con llave la puerta, se escucharon los golpes
desesperados de él; les había estado esperando en un bar cercano. No
respondieron y él estaba tan alterado como para derribar la puerta a la fuerza
de aporrearla. Juraba por los cielos y el infierno que le sacaría de allí y le
enseñaría quién mandaba. En unos minutos se presentaron dos policías que
alertados por los vecinos llegaron para proceder contra él. Lo cargaron en el
coche policial en medio de sus gritos de venganza.
El
arrebato tenía orígenes en su infancia y en una mala enseñanza del papel de la
mujer en el matrimonio. De esa reacción temprana se incubó una personalidad
llena de ira que desbordaba en cada palabra hacia ella y sus hijos.
La
violencia de sus vehementes reacciones diarias, le llevaron a tener un ataque
de furia y total enajenación. Le hallaron en el bordillo de la calle,
semidesnudo y blasfemando contra Dios por haberle dado una mujer inservible. Susana
soportó durante un tiempo sus ataques en silencio total, eso lo desequilibró y
aunque ella hoy lleva las señales del maltrato en su cuerpo, ha ganado la
partida con el estado de locura en que él entró. Fue ingresado en un
psiquiátrico con custodia especial por agresiones descontroladas.
Cristina.
Él, en
un rapto de extrema furia fue a por el jefe de Cristina y le propinó un par de
puñetazos, con la inmediata denuncia y encarcelamiento por agresiones. Le
llevaron a juicio y se sumaron en la causa los hechos contra su mujer. La
sentencia fue de cinco años de cárcel.
Ella
al fin se fue de la ciudad y con la recomendación de su ex jefe consiguió un
trabajo que le permitió rehacer su vida sin mayores complicaciones.
Tras
pasar dos días encerrado en un calabozo por resistencia a la autoridad y escándalo
público, fue iniciado el juicio por maltrato y violencia de género, después que
su mujer, Cristina le denunciara.
Al cumplir
su condena y salir de la cárcel fue a la casa de su padre, buscó una escopeta
del calibre 12 y por la noche entró a la casa de la abuela de Cristina. Todos
estaban durmiendo. Les mató a los cuatro, su mujer, sus hijos y la abuela de
ella. Desesperado corrió hasta un bar que estaba abierto y en el lavabo se pegó
un tiro. Él también murió desangrado antes que llegara la ambulancia.
Tres
casos de un simple arrebato machista, una manera sutil y poco certera de denominar
al exceso autoritario de hombres que por diferentes razones y con similares
orígenes, ejercen la violencia como parte de sus vidas. Solo un arrebato y cada
día que pasa un caso se suma a la extensa lista de víctimas que ven sus vidas
destruidas para siempre; porque aunque algunas queden vivas, las marcas de esos
hombres quedarán hasta la muerte, existiendo en sus mentes y alma.
Quemando
como si de una hoguera se tratase, en medio de la sociedad impávida. Antes eran
quemadas por brujas, hoy son muertas por machismo. Nada o poco ha cambiado y
nada o poco e insuficiente hacemos.
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