El Pirómano



-       Señor González, es su última oportunidad, pasé y de su versión sobre el tema en tratamiento.
-       ¿Está segura que quiere oír esto?
-       ¿Tan malo lo considera? ¿Lo hizo usted o lo copió?- ironía en la voz de la profesora de Historia.
-       Mmm… no, no lo considero malo, solo que… ya sabe cómo me gusta escribir…
-       Sí, sí, la profesora de Literatura está muy contenta con sus escritos, pero esto es historia señor mío, ¿o cuando redacta un teorema también lo hace desde su… vocación?
-       Sí, usted lo ha dicho, no puedo hacerlo de otra manera.
-       Mire, no me conteste y pase a leer su narración que va siendo tarde y no tengo la paciencia de mis colegas, ¿entendió?
-       Sí señora.
Pasó al frente de la clase con sus hojas y comenzó a leer.
-       La aparición del fuego en la humanidad no fue un regalo divino como explican las tradiciones. Se debe tener en cuenta que la historia basada en tradiciones no es verídica en un ciento por ciento, solo trasmite en el lenguaje de su tiempo de narración, lo que sucedió. De este modo no debe tomarse nunca como cierto y literal nada que provenga de una fuente tradicional. Menos aun cuando ese origen es religioso, sabemos bien por las acciones de las iglesias y sus religiones, que solo han buscado dominar por medio del terror a los que dicen, evangelizan. Tampoco se puede tomar por cierta la teoría que cuenta que el ser humano adquirió el fuego tras ver cómo un rayo cayó sobre un árbol, o un campo seco, y lo incendió por completo; no estuvo allí el desarrollo del fuego como fuente de calor para el hombre. La otra teoría que narra tal cosa adolece de veracidad, un hombre no salió un día y se encontró de pronto, de modo espontáneo, que le fascinaba el fuego; este ha estado presente en la Tierra mucho antes, en el mismo comienzo de su formación, por lo que es lógico pensar que a medida que el ser humano iba desarrollando habilidades y capacidades, el fuego venido del cielo o de los volcanes, era algo habitual y no algo sobrenatural que lo asombrase. Hay indicios que indican que el homo erectus hace 790.000 años sabía cómo dominar y controlar el fuego; esto se acerca a una posible verdad. Sin embargo lo que me llevó a pensar mientras escribía el ensayo, que es posible que el que dio el primer paso hacia su control fue un pirómano; el primer pirómano de la historia. Un tío que fascinado con el poder destructivo, le puso fuego a un campo para joder a su vecino, para molestar a una tribu o para espantar un animal grande que se lo quería comer…
-       Señor González, deténgase y explíqueme que es eso de “joder a su vecino” ¿piensa que le dejaré que prosiga con ese léxico?
-       ¿Y porque no? el tío se levantó cabreado, vio que el fuego era un arma masiva, se creyó el Señor Bush y le incendió la choza al pringao que no le dejaba de hacer burlas porque era enano, o porque tenía los pies torcidos, yo qué sé, le agarró manía y lo quemó.
-       Lo suyo tiene tan poco asidero, que me quedo con que fue un Dios el que le dio al hombre el control del fuego.
-       ¡Claro! ¡Cómo que todos los días baja alguien del cielo y le da cosas!
-       Le doy ejemplos; el maná ¿de dónde provenía? ¿las siete plagas de Egipto quién las mandó?, los diez mandamientos ¿quién los escribió?
-       Sí, claro. Y la paloma que le caga en la cabeza también la mandó Dios, ¿no? total vino del cielo… jajajaja.
-       ¡Ya mismo se va del aula! Soberano insolente.
-       ¿Y los meteoritos?
-       Salga ya mismo.
-       ¿Y la maceta de la vecina del 5to.?
-       ¡Váyase de una vez!
-       ¿Y la europea?
-       No lo soporto, ¡salga inmediatamente o llamo al Director para que él lo haga!

¿Qué podría haber de cierto en el caso que fuese un ser humano en el comienzo de la evolución, que se fascinara con el fuego?
¿No sentimos esa atracción fatal de las llamas expandiéndose por un trigal, o un campo listo para la siega?
¿No vemos con cierto gusto el incendio de un edificio donde no hay heridos ni quemados?
¿No somos acaso de los que nos encanta mirar cómo se consume un leño en pleno invierno, en nuestro hogar?
¿No tenemos acaso deseos ocultos en nuestra más lejana memoria colectiva, de un fuego que atrapa y consume?
¿No son enseñanzas arcanas que el fuego purifica y que llegado el momento nos dejaríamos llevar hipnotizados por su danza destructora?
La profesora repasó las dudas que le creara la insólita e insolente redacción de su alumno. Ella también conocía ese sentimiento guardado muy dentro de su propio corazón, en el que el fuego era pasión desenfrenada, culminación del clímax, dios venerado por sus ansias más íntimas.
Reflexionó sobre el escrito, luego encendió un cerillo y lo inmoló.
Las normas de la sociedad y la historia tal como queremos que sea, no deben ser presa del fuego apasionado de una imaginación que desea con todo su ser, rebelarse y cuestionar los pilares en que cimentamos el conocimiento.
Lo que es, es, y nada lo debe cambiar.

Salió de su casa y se dirigió a la escuela, resuelta a dar por zanjado el tema del fuego. Al llegar a la esquina, un piso de un edificio de ocho plantas, ardía tomando fincas vecinas de las que salían personas desesperadas.
Miró la escena, un hombre que se acercó y le comentó de puro cotilla:
-       ¿Vio? Dicen que fue un pirómano, ¡y es de este barrio! Uno no sabe quién vive a su lado. Es un horror esta sociedad, no sé dónde iremos a parar. ¡Ay dios!
Le miró con cierto aire de desprecio y le respondió:
-       ¿A usted no le gusta el fuego? ¿No siente fascinación por él?
El hombre abrió su bocaza como para decir algo, la miró fijo y tapándosela con una mano le dijo:
-       ¿No habrá sido usted, no?...  ¡Ay por Dios! ¡Ay por Dios! ¡Aquí, aquí! ¡Aquí está la pirómana! ¡Policía! ¡Policía! ¡La pirómana, la pirómana...!- salió corriendo en busca de alguien que le creyera.
Ella le echó una última y fulminante mirada y se fue a su clase matinal.
Apenas entró, se dirigió a González.
-       ¿González, tiene una copia del escrito que hizo ayer sobre el fuego?
-       Sí señora, la tengo en el portátil.
-       ¿Podrá imprimir una copia? La necesito para hablar con el Director.
-       ¿Me va a sancionar por una redacción cutre?

-       No, le voy a mencionar al Director que le tenga en cuenta para el próximo concurso de narrativa. Creo que se lo merece.

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