TODOS NECESITAMOS UN AMIGO



Tengo una amiga.
Nada extraño es esto, todos podemos tener una, pero la mía es de mi propiedad… porque la compré.
Sí, así sin más, fui a un súper, de esos que tienen todo lo que necesitas para vivir, la vi en una góndola y me dije:
-       Esta la compro para mí.
La llevé en el carro hasta la caja y la empleada no pudo hallar el código de barras, por lo que me dijo regresara a la góndola y la cambiara por una que lo tuviese. Me resistí a tal cosa y en un descuido me fui con ella por la salida. Un señor con mucha fuerza, me detuvo y me llevó hasta un mostrador donde di las explicaciones, no era mi culpa que no tuviera el maldito código, al fin era de su competencia poner la información que todo cliente requiere, que si no lo llevaba era porque no tenía un precio, y no estaba infringiendo ninguna ley, lo que no tiene precio, nada vale. Mi declaración fue concisa. Llamaron al gerente de la tienda y repetí mi argumento. No quiso escuchar y fue a por el gerente general, sinceramente esperaba alguien con uniforme y se presentó un señor medio anciano, calvo, con una sonrisa muy amable y me dijo:
-       O la paga o no se la lleva.
Dio media vuelta y desapareció en un agujerito en la pared. No supe más de él.
El gerente me dijo:
-       Ha escuchado usted, o la paga o no se la puede llevar.
-       Yo no escuché eso.- le respondí con seguridad y altanería.
-       ¿Ah no? ¿Y que escuchó entonces?
-       Dijo, o la paga o no se la lleva.
-       ¿Y que dije yo?
-       Usted dijo, o la paga o no se la puede llevar.
-       ¿Y cuál es la diferencia?
-       Agregó “puede” y una erre al final de lleva.
-       ¿Es eso relevante?
-       Para mí, sí. Eso indica que usted no sigue las órdenes que le ha dado el general.
-       ¿Qué general?
-       El señor que vino sonriente y se fue por un agujerito.
-       ¡Ya está bien de tonterías! ¿Se lleva pagando o no se la lleva?
-       No puedo pagar lo que no tiene precio. ¿Pagaría usted por su alma?
-       No, claro que no, pero esto es otra cosa…
-       ¿Su alma tiene precio?
-       No…
-       ¿Tiene código de barras?
-       No…
-       Esta que es mi amiga tampoco, ni precio ni código, no tengo que pagar.
-       A ver, no me enredes. Ya está dicho, o la pagas o no la llevas. Es simple, de lo contrario mis agentes de seguridad tendrán que retenerte y llamaremos a la policía.
-       Llame a quién quiera, no hay código ni precio, no la pago.
-       Aquí está el código con el precio. ¿conforme? ¿Ahora la pagas?- una empleada traía un código.
-       Ese código lo sacó de otra y lo trae para tener razón solamente.
-       Está bien, te hago un código con el precio nuevo, lo pego y tú lo pagas.
-       ¿Cuánto hace que estoy aquí?
-       No sé, quince minutos, veinte, ¡Qué más da! Así sean dos siglos.
-       Mi tiempo vale dinero, usted no me ha dado ninguna solución por lo que me voy y de gracias que no le denuncio por apropiarse de mi tiempo sin mi permiso.
-       ¡Sí, claro! Como si mi tiempo no valiese ¿no?
-       Usted está aquí por su voluntad, yo en cambio estoy porque me retiene, hay una diferencia muy grande.
-       Mira, mira, ya me estoy hartando de la situación. No pienso regalarte nada. Así que paga y vete con tus razones a otro lado.
-       El señor que está aquí, la señora y esa señorita saben que usted me retiene por una causa en la que solo yo tengo razón, ellos serán mis testigos. Esto no queda así. Usted ha conseguido que me enoje.
Dejé a mi amiga en el carro y me fui.
Al día siguiente llegué acompañada de mi abogado, uno que contraté.
-       Buenos días vengo en representación de mi cliente aquí presente. Tengo un reclamo que podamos solucionar sin mayor dilación. ¿Está el gerente?
-       Sí, señor, ya lo llamo.- la misma cajera del día anterior me echó una mirada fulminante y llamó por el interfono al gerente. Se presentó junto al general.
-       Usted dirá señor, que se le ofrece.
-       Estoy aquí con mi cliente y es menester que lleguemos a un acuerdo antes de ir a por mayores.
-       ¿Ir a por mayores? ¿Pero usted sabe de qué se trata? Ella no quiere pagar por un artículo de la tienda, eso es todo y la ley me ampara…creo ¿no?
-       La ley dice que se debe pagar el precio establecido de todo artículo que usted tenga a la venta.
-       Muy bien, el artículo tiene precio y está a la venta, por lo tanto ella debe pagar.
-       De acuerdo a los testimonios que he recogido, el artículo no tenía precio ni otra razón que le identificara como que estaba en venta. ¿Es así?
-       No, no puede ser esto, es surrealismo puro.
-       A ver señores, soy el gerente general. Esto es ridículo, deje que las cosas vayan por la vía correspondiente, no pagaremos los costes de nada y serán denunciados por acoso y yo qué sé que más.- terció el gerente general.
-       No me asusta ni me intimida, pero sí que lo está haciendo a mi cliente. Le sugiero que no sume cargos sobre usted, su empleado y la firma, esto les puede salir muy oneroso.
-       ¡Ustedes están locos!- estalló el gerente.
-       Reitere su acusación y levantaré una denuncia.
-       ¡Pero sí hombre! ¿que se han creído? La empresa tiene un bufete de abogados que le harán papilla.
-       Muy bien, allí nos veremos.
-       Espere, espere.- dijo el gerente general.- ¿Por qué hemos llegado a esta situación?
-       Porque un artículo sin identificación y que esté a la venta es una infracción penada por la ley. No se establece la propiedad y no hay documentación que acredite que es de ustedes, por lo tanto es posible que no sea de nadie, que haya sido extraviada y el que lo haya hallado puede considerarse su dueño, si nadie se opone.
-       ¿Y si me opongo?
-       Tendrá que intervenir un juez y usted deberá llevar la documentación que acredite que el artículo es suyo, hacerse cargo de la multa por falta de identificación y luego esperar que se lleva a…
-       ¿Cuánto es el precio de esto, me refiero al coste?
El gerente le susurró al gerente general una cifra.
-       ¿Está seguro?
-       Sí señor.
-       Llévese a su amiga y trate de no volver por aquí… no, no, digo que vuelva cuando lo desee. No vaya a acusarme de intimidación.
-       Gracias a todos por su atención y por ser lo suficientemente sabios como para saber llegar a un acuerdo. Que tengan buenos días y les dejo mi tarjeta por si requieren de mis servicios.
-       Espero que no haga falta.- el gerente general se guardó la tarjeta en el bolsillo.
Yo le di las gracias al cuidador de la plaza y le prometí que iría con mi nueva amiga a visitarle.

El gerente general pegó un grito y llamó al gerente; tenía la tarjeta del abogado en la mano.


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