“Dar
hasta que duela.”
“Amar
hasta que duela.”
Teresa de Calcuta
La
Madre Teresa de Calcuta enseñó allá por el ’60 que el dolor físico es un fin
para la demostración personal de que algo se ha cumplido, que una misión íntima
ha llegado a su clímax, su punto de realización máximo. Entonces elaboró desde
su entender y su particular visión, la frase acomodada luego para dos verbos
caros para la humanidad: dar y amar.
Su vida
pasó por distintas etapas de fe, fluctuando entre arrebatos y conscientes dudas
de los cristico y divino; ese deambular que la Iglesia hábilmente supo
interpretar como “oscuras dudas necesarias hacia el camino de la iluminación”,
para bien de sus intereses y en bien de su permanente estado de conquista
evangelizadora (considero que es la única potencia mundial que a lo largo de
dos mil años no ha cesado de invadir silenciosamente e ir conquistando
territorios en nombre de un líder inexistente, incorpóreo e inasible pero sí
recaudador de bellos tesoros como producto de una sofisticada dogma de terror y
venta de ilusiones paradisiacas; improbables hasta que uno ha abandonado esta
vida y que por supuesto no podrá volver a reclamar.
En esta
institución Teresa o Gonxha, como era su verdadero y hermoso nombre que
significa pimpollo o capullo de rosa a cambio de Teresa que viene del griego y
su significado es vigilancia, prudencia, observancia o lugar de observación
como es la isla Terasia; como decía Teresa se aferró a lo que consideró su
vocación, esa necesidad empática hacia los menos afortunados, los necesitados
de verdad, los desgraciados del mundo. La imagino dando sus primeros y
temerosos pasos hacia la formación de la congregación, la distinción de su
manto con las franjas azules sobre el resto blanco que siempre me recordó, con
todo el respeto que puedo tener hacia lo que veo y discurro, los trapos de
cocina que usaba mi madre, tan blancos con sus tres rayas azules de dos
distintas anchuras. No he podido separar esas imágenes de la vestimenta de la
congregación de Teresa.
Debió
haber pasado por muchos escalones de experiencias que la llevarían a distintos
estados de creencias para con sus hermanos del género humano; ¿Cómo comprender
a quienes tienen comida y se sientan en un restaurant, desdeñando una parte del
bistec o del pollo, dejándolo en el plato para que vaya a terminar en el
contenedor de basura, cuando a unos pocos kilómetros un niño se muere de hambre
con el brazo extendido hacia su madre y ella seca de lágrimas no entiende como
llegó allí? ¿Acaso él que despreciaba la comida, el que la tiraba y el que la
recogía para que se integrara con el resto de la basura, no eran ellos hermanos
de la mujer y del niño que morían de hambre? ¿Y a la vez hermanos de ella?
Por
experiencia propia sé que los conflictos de sentimiento internos de las
personas suelen desencadenar procesos dolorosos, al fin el cuerpo se expresa,
la lucha de emociones termina saliendo a la piel y gritando lo que la garganta
no hace. Fue tal vez esto que hizo anteponer al dolor en una frase tan
explícita y directa. Aquí creo que Teresa de Calcuta se equivoca, no se puede
dar o amar hasta que duela, porque llegar a ese estado, donde el dolor es una
manifestación del cuerpo de un conflicto irresuelto, no es sano ni correcto.
Regreso
a lo que fisiológicamente es el dolor; no es más que un sistema de alerta con
el organismo cuenta para avisar de un mal funcionamiento de alguna de sus
partes, es quien tiene la misión de alertar cuando algo entra en conflicto, por
lo tanto el equilibrio se ha alterado, se ha modificado y todo el mismo
organismo, de allí en adelante, se pondrá en la tarea de reparación de ese
conflicto. Por consecuencia, amar o dar no puede llegar a ser generar un
conflicto en nuestro ser; eso sería un despropósito. Considero que ni la misma
razón por la cual la hembra de la Viuda Negra se come al macho luego de la
cópula o la muerte de la Efímera luego de la puesta de los huevos al cabo de
sus apenas horas de vida como insecto volador, pueden dar razón a sentir dolor
para cumplir el hecho de dar o amar hasta el límite de haber cumplido el clímax
de la misión terrenal.
Creo
más acertado eso de: Ama a los demás como a ti mismo, lo haya dicho quién sea;
eso es equilibrado. El acto de amarse a sí mismo es un primer paso necesario en
reconocerse como lo que somos y luego desarrollar la otredad, el reconocimiento
del otro a través de habernos reconocido previamente a nosotros mismos; es un
ejercicio especular y allí podemos depositar los sentimientos que hemos
desarrollado para nosotros y compartirlas. Amaremos. Estaremos dando.
Esto es
la ley ética de la reciprocidad; este mundo dualista está regido por esta ley
necesaria y obligada; quién no la respeta, quién cree que la solidaridad, o que
el egoísmo sus degeneraciones legales, son reglas asimilables está equivocado. Lo enunciado anteriormente
de amar de acuerdo a como uno se ama a sí mismo, es la corroboración de esta
ley; es un toma y daca necesario pues no podemos dar sin recibir, no podemos
amar sin ser amados, no podemos entablar ni lucha ni amistad si no tenemos enemigo
o amigo con quién hacerlo. En esta dualidad se basa el universo todo, cuanto hacemos, sentimos y vemos.
Tal vez
cuando hayamos pasado El Hades, como lo menciona Epicuro, seamos de otra manera
y la unidad haga que la ley se reforme, entonces podamos dar y amar hasta el
fin, hasta el paroxismo. Sin dualidad, aunados en uno solo podremos llegar al
estado de magnificencia observado por Teresa, pero aquí no llegamos más que a
cumplir con la primera regla. Y no es posible que el placer quede exento del logro
máximo de un ser humano y sea el dolor el galardón obtenido.
No
puedo evitar ver en esto una necesidad egoísta de sumar el padecimiento propio
con la felicidad ajena. Quizás el problema esté allí, o no y me equivoque, pero
Teresa sí se equivoca al dar como válida una frase que miles toman luego como
bandera; y eso lo que más molesta, cuando alguien público llama a ser de una
manera determinada y conduce a una parte del mundo a un abismo sin remedio. Al
fin y poniendo dramatismo al tratado del tema, que diferencia puedo encontrar
en esta frase y un llamado a un suicidio masivo? No veo mayor discrepancia.
El
estado de placer, de felicidad, donde se puede admirar la belleza es sin dudad
el estado donde el dolor no está presente.
Dice un
buen pensador y divulgador científico, Eduard Punset: "La belleza es la ausencia
de dolor de la misma manera que la felicidad es la ausencia del miedo. Somos lo
que somos en gran parte, porque la belleza es un predictor excelso de la salud,
nos da la medida de cómo estamos."
Teresa
de Calcuta, lo siento estas equivocada, debemos amar tanto como nos amamos a
nosotros mismos y amar es dar. El dolor es solo un efecto físico transitorio
alejado de las emociones puras.
Comentarios
Publicar un comentario
Recuerda: cada vez que no comentas una de mis notas, Dios se ve obligado a matar un gatito. Campaña contra el maltrato animal.